martes, 22 de marzo de 2011

LA IMPORTANCIA PERSONAL

Borrar la historia personal
Perder la propia importancia
Los pinches tiranos 
Los atributos del ser guerrero
El apego a la importancia personal

"Mientras te sientas lo más importante del mundo, no puedes apreciar en verdad el mundo que te rodea. Eres como un caballo con anteojeras: nada más te ves tú mismo, ajeno a todo lo demás.
El mayor enemigo del hombre es la importancia personal. Lo que lo debilita es sentirse ofendido por lo que hacen o dejan de hacer sus semejantes. La importancia personal requiere que uno pase la mayor parte de su vida ofendido por algo o alguien."

"La importancia personal es homicida, trunca el libre flujo de la energía y eso es fatal. Ella es responsable de nuestro fin como individuos y llegará el día en que nos termine como especie. Cuando un guerrero aprende a echarla a un lado, su espíritu se despliega, jubiloso, como un animal salvaje que es liberado de su jaula y puesto en libertad.
La importancia personal se puede combatir de diversas maneras, pero primero hay que saber que está ahí. Si tienes un defecto y lo reconoces, ¡ya es la mitad!.
Así que, ante todo, dense cuenta. Tomen una cartulina y escriban sobre ella: "La importancia personal mata", y cuelguenla en el lugar más visible de la casa. Lean esa frase cada día, traten de recordarla en sus trabajos, mediten sobre ella. Quizá llegue el momento en que su significado penetre en su interior y se decidan a hacer algo.

"El darse cuenta es de por sí una gran ayuda,
porque la lucha contra el yo genera su propio ímpetu."

Ordinariamente, la importancia personal se alimenta de nuestros sentimientos, que pueden ir desde el deseo de caer bien y ser aceptados por los demás, hasta la petulancia y el sarcasmo. Pero su área favorita de acción es la lástima por uno mismo y por quienes nos rodean. De manera que, para acecharla, ante todo tenemos que descomponer nuestros sentimientos en sus mínimas partículas, detectando las fuentes de las cuales se nutren.
Los sentimientos rara vez se presentan en forma pura. Se enmascaran. Para cazarlos como conejos, tenemos que proceder finamente, con estrategias, porque son rápidos y no se puede razonar con ellos.
Comenzamos por las cosas más evidentes, como: ¿qué tan en serio me tomo? ¿Cuán apegado estoy? ¿A qué dedico mi tiempo? Estas son cosas que podemos empezar a cambiar, acumulando la suficiente energía como para liberar un poquito de atención, que a su vez nos permitirá adentrarnos más en el ejercicio.
Por ejemplo, en lugar de pasar hora tras hora viendo la tele, yendo de compras o conversando con nuestros amigos sobre cosas intrascendentes, podríamos dedicar una pequeña parte de ese tiempo a hacer ejercicios físicos, a recapitular nuestra historia o bien a ir solos a un parque, permanecer más en soledad y a ser tu mejor compañía, quitarnos los zapatos y caminar descalzos sobre la hierba. (O sea romper las rutinas) Parece algo sencillo, pero con esas prácticas nuestro panorama sensorial se redimensiona. Recuperamos algo que siempre estuvo ahí y que habíamos dado por perdido.
A partir de esos pequeños cambios, podemos analizar elementos más difíciles de detectar, en los cuales nuestra vanidad se proyecta hasta la demencia. Por ejemplo, ¿cuáles son mis convicciones? ¿Me considero inmortal? ¿Soy especial? ¿Merezco que me tomen en cuenta? Este tipo de análisis se mete en el campo de las creencias -la mera fortaleza de los sentimientos-, así que deben emprenderlo a través del silencio interno y sellando un compromiso muy ferviente con la honestidad. De otro modo, la mente saldrá con todo tipo de justificaciones.
Estos ejercicios hay que hacerlos con un sentido de alarma, porque, en verdad, se trata de sobrevivir a un poderoso ataque.
Dense cuenta de que la importancia personal es un veneno implacable. No nos queda tiempo, el antídoto es la urgencia. ¡Es ahora o nunca!.
Una vez que hayan diseccionado sus sentimientos, deben aprender a reencauzar sus esfuerzos más allá del interés humano, hasta el sitio de la no-compasión. Para los videntes, ese sitio es un área de nuestra luminosidad tan funcional como lo es el área de la racionalidad. Podemos aprender a evaluar el mundo desde un punto de vista desapegado, tal como aprendimos, siendo niños, a juzgarlo a partir de la razón. Sólo que el desapego, como punto de enfoque, está mucho más cerca del temple del guerrero.
Sin esa precaución, la revoltura emocional resultante del ejercicio de acechar a nuestra importancia puede ser tan dolorosa, que uno puede verse llevado al suicidio o la demencia. Cuando aprende a contemplar el mundo desde la no-compasión, intuyendo que detrás de toda situación que implique desgaste energético hay un universo impersonal, el aprendiz deja de ser un nudo de sentimientos y se convierte en un ser fluido.
El problema de la compasión es que nos obliga a ver al mundo a través de la autoindulgencia. Un guerrero sin compasión (autocompasión) es una persona que ha ubicado su voluntad en el centro de la frialdad y ya no se complace en el "pobrecito de mí". Es un individuo que no siente piedad por sus debilidades, ha aprendido a reírse de sí mismo.
Un modo de definir la importancia personal, es entendiéndola como la proyección de nuestras debilidades a través de la interacción social. Es como los gritos y actitudes prepotentes que adoptan algunos animales pequeños para disimular el hecho de que, en realidad, no tienen defensas. Somos importantes porque tenemos miedo, y mientras más miedo, más ego.
Sin embargo, y afortunadamente para los guerreros, la importancia personal tiene un punto débil, y es que depende del reconocimiento para subsistir. Es como el papalote, que necesita de una corriente de aire para subir y mantenerse en lo alto; de otro modo cae en picada y se rompe. Si no le damos importancia a la importancia, ésta se acaba.

"La importancia que nos concedemos en cada una de las cosas que hacemos,
decimos o pensamos, embota todos nuestros sentidos
y nos impide percibir la vida de forma clara y objetiva."

Sabiendo esto, un aprendiz renueva sus relaciones. Aprende a huir de quienes le consienten y frecuenta a aquellos a los que nada humano les importa. Busca la crítica, no la adulación. Cada cierto tiempo comienza una vida nueva, borra su historia, cambia de nombre, explora nuevas personalidades, anula la sofocante persistencia de su ego y se lleva a sí mismo a situaciones límite, en las cuales lo auténtico se ve forzado a asumir el mando. Un cazador de poder no se tiene lástima, no busca el reconocimiento (ni la aprobación) ante los ojos de nadie.
La no-compasión es sorpresiva. Se intenta poco a poco, durante años de presión continua, pero ocurre de golpe, como una vibración instantánea que rompe nuestro molde y nos permite mirar al mundo desde una serena sonrisa. Por primera vez en muchos años, nos sentimos libres del terrible peso de ser nosotros mismos y vemos la realidad que nos rodea. Una vez ahí ya no estamos solos; un increíble empujón nos aguarda, una ayuda que viene de las entrañas del Águila y nos transporta en un milisegundo a universos de sobriedad y cordura.
Al no tenernos lástima, podemos enfrentar con elegancia el impacto de nuestra extinción personal. La muerte es la fuerza que da al guerrero valor y moderación. Sólo mirando a través de sus ojos nos volvemos conscientes de que no somos importantes. Entonces ella viene a morar a nuestro lado y comienza a transmitirnos sus secretos.
El contacto con su intrascendencia deja una marca indeleble en el carácter del aprendiz. Este comprende de una vez que toda la energía del universo está conectada. No hay un mundo de objetos que se relacionan entre sí a través de leyes físicas. Lo que existe es un panorama de emanaciones luminosas inextricablemente ligadas, en el cual podemos hacer interpretaciones en la medida que nos lo permita el poder de nuestra atención. Todas nuestras acciones cuentan, porque desencadenan aludes en el infinito. Por eso ninguna vale más que la otra, ninguna es más importante que la otra.
Esa visión corta de tajo la propensión que tenemos a ser indulgentes con nosotros mismos. Al ser testigo del vínculo universal, el guerrero se hace presa de sentimientos encontrados. Por un lado, júbilo indescriptible y una reverencia suprema e impersonal hacia todo lo que existe. Por el otro, un sentido de lo inevitable y tristeza profunda, que nada tiene que ver con la autocompasión; una tristeza que viene del seno del infinito, una ráfaga de soledad que no se disipa nunca.
Ese sentimiento depurado da al guerrero la sobriedad, la finura, el silencio que necesita para intentar allí donde todas las razones humanas fracasan. En tales condiciones, la importancia personal fenece por sí misma."
Armando Torres
"Encuentros con el Nahual"



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Borrar la historia personal

"El guerrero, como maestro, enseña tres técnicas a su pupilo para ayudarle a borrar su historia personal: perder la propia importancia personal, asumir la responsabilidad de los propios actos y utilizar a la muerte como consejera. Sin el efecto benéfico de estas tres técnicas, el borrar la historia personal le hace a uno furtivo, evasivo e innecesariamente dudoso de sí mismo y de sus acciones."
"Relatos de poder"

Nuestra personalidad social no es sino una historia personal. Ella nos hace verificables para nuestros programadores, y, de esta manera, incluso programables. Y el mejor medio de borrar esta historia es no contársela a los demás. Nuestra historia se renueva de hecho con cada explicación que se da:
"Saber que yo soy así, dice Don Juan, no hace mi propia historia. Se convierte en mi propia historia en el instante en que cualquier otro lo sabe... Poco a poco he creado una niebla a mi alrededor y alrededor de mi vida... nadie conoce mi propia historia, ni yo mismo. Aquel que ha borrado su historia personal nada tiene ya que ver con la sociedad; no funciona ya como una de sus ruedas; estando solo, él es todo."
Dijo Don Juan señalando cuanto le rodea:
- ¿Cómo saber quién soy cuando yo soy todo eso?

Los medios son simples y radicales: no decir lo que se ha hecho, abandonar a quienes nos conocen bien, lo que permite cortar el curso de sus pensamientos. A quien está tan fuera del camino frecuentado, nada se le puede pedir: no puede, en consecuencia, defraudar a nadie. El mundo es nuevo para él en cada instante, mientras que aquel que le explica todo a todos no puede conservar la frescura de sus acciones, su imprevisibilidad y su total desinterés. Estar en situación, como se dice en jerga, es de hecho dañar la gran fábrica que no nos emplea sino porque nosotros así lo queremos. Es perder irremediablemente la última libertad de vivir ignorados.

Pero eso conduce a mentir, objeta Castaneda. En absoluto, responde Don Juan, porque si no se tiene historia personal, nada puede considerarse como una mentira; y mentira o verdad me importan poco... las mentiras lo son solamente para quien tiene una historia personal. La verdad que se debe a aquellos a quienes estamos sometidos no tiene sentido fuera de esta sumisión. Lo mismo ocurre con la verdad objeto de la inteligencia de la filosofía. Borrar su historia personal no es mentir: es acabar con la noción misma de verdad, pues la búsqueda de la verdad no es ciertamente el camino del guerrero, sino el del filósofo, el esclavo de su razón.
B. Dubant y M. Marguerie
"Castaneda, El camino del guerrero"



Perder la propia importancia

La importancia personal es el núcleo de todo lo que tiene valor en nosotros, siendo al mismo tiempo, el núcleo de toda nuestra podredumbre. Es el modo en que cada uno construye y maneja la realidad tratando de autoafirmarse y
convencerse de que es real, cuando en realidad es una ilusión. La importancia personal es nuestro mayor enemigo, por culpa de ella consumimos gran parte de nuestras vidas sintiendo dolor por las ofensas de los demás. Es un terrible estorbo, por su culpa nos hacemos vulnerables.

El guerrero actúa, pues, estratégicamente. Tiene un propósito: el Poder. Todos los medios son buenos, y no es por humildad moral por lo que busca perder su propia importancia. La humildad del guerrero, dice Don Juan, no es la humildad del mendigo. El guerrero no baja la cabeza ante nadie, ni tampoco permite que nadie la baje ante él. Su humildad es acorde con todo lo que le rodea: no ser ni más ni menos importante que lo que se es, es considerar que el mundo y nosotros mismos somos un misterio. Y los hombres no valen más que cualquier otro. He aquí rechazado el antropocentrismo de tantas tradiciones con éxtasis intelectual, antropocentrismo que es una consecuencia del teocentrismo, una especulación vana y pretenciosa. El hombre no es más importante que cualquier otro, y tal hombre, tampoco. ¿Cómo, en efecto, sentirse tan importante cuando se sabe que la muerte nos acecha? En un mundo donde no hay supervivientes, donde no somos sino la hez en las manos del Poder, ¿qué importancia puede otorgarse a sí mismo y a cada cosa? Perder la propia importancia y de esta manera perder la noción de la importancia de no importa qué o de no importa quién. Nada es importante, sino este misterio que nuestra razón no penetrará jamás.

La pérdida de la propia importancia ayuda a borrar la historia personal; para alimentar ésta hay que sentirse importante. Compadecerse de su suerte, es decir, abstenerse de actuar libremente, es ser importante. Un ser que ya no se considera importante no puede dejarse arrastrar por la vanidad, ni por la compasión por sí mismo; aquel que no espera nada no puede caer en la desesperación. Las jerarquías, fundadas siempre a partir de apreciaciones halagüeñas son manifestaciones odiosas de esta vanidad y de esta cobardía, y no pueden existir para quien acecha sus debilidades y quien es acechado por su muerte, para aquel que esta solo en un mundo inexplicable. Sabe simplemente que no tiene más que el tiempo de decidir ante su muerte inevitable. Así su vida ya no está acaparada por los deseos y las ilusiones.
B. Dubant y M. Marguerie
"Castaneda, El camino del guerrero"



"Don Juan dijo entonces que en los inventarios estratégicos de los guerreros, la importancia personal figura como la actividad que consume la mayor cantidad de energía, y que por eso se esforzaban por erradicarla."



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Los pinches tiranos nos enseñan a ser imparciales e indiferentes, ayudándonos a eliminar la importancia personal.

El guerrero que se topa con un pinche tirano es un guerrero afortunado. Si no tienes la suerte de encontrar a uno en tu camino tienes que salir a buscarlo. nada puede templar tan bien el espíritu de un guerrero como el tratar con personas imposibles en posiciones de poder. Sólo bajo esas circunstancias pueden los guerreros adquirir la sobriedad y la serenidad necesarias para ponerse frente a lo que no se puede conocer.

El ingrediente perfecto para producir un soberbio guerrero es un pinche tirano con prerrogativas ilimitadas. Desgraciadamente en nuestros días, los guerreros tienen que llegar a extremos para encontrar un pinche tirano que valga la pena. La mayor parte del tiempo tienen que conformarse con insignificancias.

Don Juan explicó que el error de cualquier persona que se enfrenta a un pinche tirano es tomar demasiado en serio los sentimientos propios, así como las acciones de los pinches tiranos. Los guerreros deben estar libres de importancia personal. Lo que acaba con la importancia personal es comprender que la realidad es una interpretación que hacemos. los pinches tiranos toman mortalmente en serio, mientras los guerreros,no. Lo que generalmente nos agota es una situación como esta es el deterioro que sufre nuestra importancia personal. Nos despedazamos cuando nos hacen sentir inútiles y estúpidos. El afinar el espíritu cuando alguien te pisotea se llama control.

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Los pinches tiranos

Trabajar con los pinches tiranos es el refinamiento del arte del acecho. Los pinches tiranos son aquellas personas que nos aguijonean en nuestra importancia personal. Cualquiera puede ser un pinche tirano para nosotros.

Don Juan sonrió con un aire de malicia y dijo que los nuevos videntes desarrollaron su propia clasificación de los pinches tiranos. Aunque el concepto es uno de sus hallazgos más serios e importantes, los nuevos videntes lo tomaba muy a la ligera. Me aseguró que había un tinte de humor malicioso en cada una de las clasificaciones, porque el humor era la única manera de contrarrestar la compulsión humana de hacer engorrosos inventarios y clasificaciones.
- De conformidad con sus prácticas humorísticas los nuevos videntes juzgaron correcto encabezar su clasificación con la fuente primaria de energía, el único y supremo monarca en el universo, y le llamaron simplemente el tirano. Naturalmente, encontraron que los demás déspotas y autoritarios quedaban infinitamente por debajo de la categoría de tirano.

Clasificación de los pinches tiranos
Comparados con la fuente de todo, los hombres más temibles son bufones, y por lo tanto, los nuevos videntes los clasificaron como pinches tiranos.

La segunda categoría consiste en algo menor que un pinche tirano. Algo que llamaron los pinches tiranitos; personas que hostigan e infligen injurias, pero sin causar de hecho la muerte de nadie. A estos se le dividen en cuatro categorías:
- Los que atormentan con brutalidad y violencia.
- Los que atormentan creando aprensión.
- Los que oprimen generando tristeza. ;
- Los que atormentan haciendo enfurecer.

A la tercera categoría le llamaron los repinches tiranitos o los pinches tiranitos chiquititos, y en ella pusieron a las personas que sólo son exasperantes y molestos a más no poder.

Mi benefactor siempre decía que el guerrero que se topa con un pinche tirano es un guerrero afortunado. Su filosofía era que si no tienes la suerte de encontrar a uno en tu camino, tienes que salir a buscarlo.
Explicó que uno de los más grandes logros de los videntes de la época colonial fue un esquema que él llamaba la progresión de tres vueltas. Los videntes, al entender la naturaleza del hombre, llegaron a la conclusión indisputable de que si uno se las puede ver con los pinches tiranos, uno ciertamente puede enfrentarse a lo desconocido sin peligro, y luego incluso, uno puede sobrevivir a la presencia de lo que no se puede conocer.
- La reacción del hombre común y corriente es pensar que debería invertirse ese orden –prosiguió-. Es natural creer que un vidente que se puede enfrentar a lo desconocido puede, por cierto, hacer cara a cualquier pinche tirano. Pero no es así. Lo que destruyó a los soberbios videntes de la antigüedad fue esa suposición. Es sólo ahora que lo sabemos. Sabemos que nada puede templar tan bien el espíritu de un guerrero como el tratar con personas imposibles en posiciones de poder. Sólo bajo esas circunstancias pueden los guerreros adquirir la sobriedad y la serenidad necesarias para ponerse frente a frente a lo que no se puede conocer.

- Mi benefactor me explicó algo muy interesante. Refrenamiento significa retener con el espíritu algo que el guerrero sabe que justamente debe cumplirse. No significa que el guerrero ande por ahí pensando en hacerle mal a alguien, o planeando cómo vengarse y saldar cuentas. El refrenamiento es algo independiente. Mientras el guerrero tenga control, disciplina y la habilidad de escoger el momento oportuno, el refrenamiento asegura que recibirá su completo merecido quienquiera que se lo haya ganado.
- ¿Triunfan alguna vez los pinches tiranos, y destruyen al guerrero que se les enfrenta? –pregunté.
- Desde luego. Durante la Conquista y la Colonia los guerreros murieron como moscas. Sus filas se vieron diezmadas. Los pinches tiranos podían condenar a muerte a cualquiera, por un simple capricho. Bajo ese tipo de presión, los videntes alcanzaron estados sublimes.

Aseguró Don Juan que, en esa época, los videntes que sobrevivieron tuvieron que forzarse hasta el límite para encontrar nuevos caminos.
- Los nuevos videntes –dijo Don Juan mirándome con fijeza- usaban a los pinches tiranos no sólo para deshacerse de su importancia personal sino también para lograr la muy sofisticada maniobra de desplazarse fuera de este mundo. Ya entenderás esa maniobra conforme vayamos discutiendo la maestría de estar consciente de ser.

Le expliqué a Don Juan que lo que yo le había preguntado era si, en el presente, en nuestra época, los pinches tiranos podrían derrotar alguna vez a un guerrero.
- Todos los días –contestó-. Las consecuencias no son tan terribles como las del pasado. Hoy en día, por supuesto, los guerreros siempre tienen la oportunidad de retroceder, luego reponerse y después volver. Pero el problema de la derrota moderna es de otro género. El ser derrotado por un repinche tiranito no es mortal sino devastador. En sentido figurado, el grado de mortandad de los guerreros es elevado. Con esto quiero decir que los guerreros que sucumben ante un repinche tirano son arrasados por su propio sentido de fracaso. Para mí eso equivale a una muerte figurada.
- ¿Cómo mide usted la derrota?
- Cualquiera que se une al pinche tirano queda derrotado. El enojarse y actuar sin control o disciplina, el no tener refrenamiento es estar derrotado.
- ¿Qué pasa cuando los guerreros son derrotados?
- O bien se reagrupan y vuelven a la pelea con más tino, o dejan el camino del guerrero y se alinean de por vida a las filas de los pinches tiranos."
Carlos Castaneda
"El fuego interno"

El pinche tirano nos hace de espejo de nuestra importancia personal, podemos ver todo aquello que nos hace daño, pero no queremos desapegarnos de ello. El pinche tirano nos hace de resonador de los elementos negativos de uno mismo. Proyectamos nuestros problemas sobre los pinches, los cuales reflejan nuestros propios conflictos.
El defecto fatal es tomar demasiado en serio los sentimientos propios, así como las acciones de los pinches tiranos. Los guerreros tienen una buena estrategia bien pensada y están libres de su importancia personal, comprenden que la realidad no es más que una interpretación personal que hacemos de la misma. El problema está en uno, y tiene que ver con la importancia personal, cuando ésta es muy grande y no tenemos estrategias para manejar las acciones del pinche tirano, sucumbimos ante él. Pero si nos enfrentamos a los pinches tiranos desde una posición de poder, entonces templaran nuestro espíritu de guerrero, y
adquirimos la sobriedad y la serenidad necesarias para enfrentarnos con el mundo de lo desconocido.

Hacer un buen uso de un pinche tirano y no morir en el intento, asegura la eliminación de la importancia personal y prepara a los guerreros a la comprensión de que la impecabilidad es lo más importante en el camino del conocimiento.


Don Juan relata su experiencia con un pinche tirano

Los atributos del ser guerrero

Don Juan dijo entonces que en los inventarios estratégicos de los guerreros, la importancia personal figura como la actividad que consume la mayor cantidad de energía, y que por eso se esforzaban por erradicarla. Una de las primeras preocupaciones del guerrero es liberar esa energía para enfrentarse con ella a lo desconocido –prosiguió Don Juan-. La acción de recanalizar esa energía es la impecabilidad.
Dijo que la estrategia más efectiva fue desarrollada por los videntes de la Conquista, los indiscutibles maestros del acecho, y que consiste en seis elementos que tienen influencia recíproca. Cinco de ellos se llaman los atributos del ser guerrero:
- Control.
- Disciplina.
- Refrenamiento.
- La habilidad para escoger el momento oportuno.
- El intento.

Estos cinco elementos pertenecen al mundo privado del guerrero que lucha por perder su importancia personal. Los cuatro primeros elementos pertenecen al mundo de lo conocido. El quinto elemento, el intento se reserva para la última confrontación, porque pertenece al mundo de lo desconocido. El sexto elemento, que es quizás el más importante de todos, pertenece al mundo exterior y se llama pinche tirano.

Cada uno tiene su particular pinche tirano, bien sea persona o situación adversa contraria a la propia voluntad, especialmente aquellas en las que el ego se siente afectado y amenazado. Situaciones de maltrato, ofensa, humillación, ...etc.
Para erradicar la importancia personal de la vida de los guerreros hay que seguir las cinco estrategias o atributos para alcanzar la invulnerabilidad. El control y la disciplina se logran cuando las personas comunes dan el paso para convertirse en aprendices, esto supone un cambio de ideas con respecto a sí mismos y al mundo, es entonces cuando se convierten en guerreros. Este proceso les hace capaces del máximo de disciplina y control sobre sí mismos. Ejercer el control es afinar el espíritu cuando alguien nos pisotea.
El refrenamiento y la habilidad para escoger el momento oportuno es esperar con paciencia, sin prisas y sin angustia el momento oportuno para "clavarle la espada" al pinche tirano.



"Un pinche tirano es un torturador. Alguien que tiene el poder de acabar con los guerreros, o alguien que simplemente le hace la vida imposible."
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El apego a la importancia personal

¿Qué es la importancia personal?
Para el nagual Julián, la importancia personal es un monstruo de mil cabezas y había tres maneras en que uno podía enfrentarse a él y destruirlo.
La primera manera consistía en cortar una cabeza por vez; la segunda era alcanzar ese misterioso estado de ser llamado al sitio donde no hay compasión, el cual aniquila la importancia personal matándola lentamente de hambre; y la tercera manera era pagar por la aniquilación instantánea del monstruo de las mis cabezas con la muerte simbólica de uno mismo.
La importancia personal es la fuerza que ha desconectado al hombre del Espíritu, ya que es la fuerza que mantiene fijo al punto de encaje. Así que si se restringe la importancia personal, la energía que naturalmente requiere y emplea queda libre. Y finalmente, que esa energía libre y no malgastada es la que llama al Espíritu y sirve entonces como un trampolín automático que lanza al punto de encaje, instantáneamente y sin premeditación, a un viaje inconcebible.

¿Cómo romper la imagen de sí mismo?
El mundo de nuestra imagen de sí, que es el mundo de nuestra mente (procesos mentales: pensamiento, imaginación, creatividad, lenguaje, ...etc.), es muy frágil; y se mantiene estructurado gracias a unas cuantas ideas clave que le sirven de orden básico, ideas aceptadas por el Conocimiento Silencioso así como por la razón. Cuando esas ideas fracasan, el orden básico deja de funcionar.
La idea clave es la continuidad, la idea de que somos un bloque sólido. Es nuestra mente, lo que sostiene nuestro mundo, es la certeza de que somos inmutables. Podemos aceptar que nuestra conducta (personalidad) se pueda modificar, que nuestras reacciones y opiniones se pueden modificar; pero la idea de que somos maleables al punto de cambiar de aspecto, al punto de ser otra persona, no forma parte del orden básico de nuestra imagen de sí (yo psicológico). Cada vez que el brujo interrumpe ese orden básico, el mundo de la razón (mundo de las ideas) se viene abajo.
El único camino digno, tanto para los brujos como para los hombres comunes, es restringir nuestro apego a la imagen de sí.
Lo que el nagual trata de hacer con sus aprendices es romper el espejo de la imagen de sí. Cada uno de nosotros tiene un diferente grado de apego a su imagen de sí. Y ese apego se hace sentir como una necesidad, ya que dirige, gobierna y controla nuestra personalidad en la iteración interpersonal e intrapersonal.
Pero hay ejemplos de personas, brujos o personas comunes, que no necesitan de nadie. Obtienen paz, armonía, risa, conocimiento, directamente del Espíritu. No necesitan intermediarios. Los intermediarios, además de proporcionar una mínima oportunidad, que es el darse cuenta del intento, ayudan a romper el espejo de la imagen de sí, ya que el nagual ataca constantemente la imagen de sí de sus discípulos, y de esta manera poco a poco va rompiéndose. Es entonces cuando juega el papel de digno adversario.
La ruptura es sólo un precursor. Lo que ayuda al punto de encaje a moverse es el hecho de que el nagual sin tener compasión apela directamente al Conocimiento Silencioso. El no tener compasión es un estado de ser, un nivel de intento. El nagual lo utiliza para provocar el descenso del Espíritu y el movimiento de su propio punto de encaje o el de sus aprendices. O lo utiliza para acechar.

Para combatir la importancia personal, el primer paso es saber que ella está ahí. Reconocer sus escondrijos, sus gafas oscuras y sus coladeros ya es medio camino andado.
Según Castaneda, somos como pájaros atrofiados. Nacemos con todo lo necesario para volar, pero estamos permanentemente obligados a dar vueltas en torno a nuestro ego. La cadena que nos aprisiona es la importancia personal.
El camino para convertir a un ser humano normal en un guerrero es muy arduo. Siempre interviene nuestra sensación de estar en el centro de todo, de ser necesarios y tener la última palabra. Nos sentimos importantes. Y cuando la persona es importante, cualquier intento de modificación se convierte en un proceso lento, complicado y doloroso.
Después de experimentar durante siglos situaciones que "filtran"nuestros modos de percibir el mundo, pasamos a considerar que estamos obligados a vivir en una única realidad. Pero el universo está construido con principios muy maleables, que pueden acomodarse en formas casi infinitas de percepción.

A partir de esta "simplificación" humana, fijamos nuestra atención en apenas uno de esos niveles, amoldándonos a él y aprendiendo a sentirlo como si fuese único. Así ha surgido la idea de que nosotros vivimos en un mundo exclusivo y, por consiguiente, se ha generado el sentimiento de ser un "yo" individual.
No hay duda de que la descripción que nos han dado de la realidad es una posesión valiosa, y ha venido permitiendo que crezcamos como personas normales en una sociedad modelada para esa "simplificación". Para ello hemos tenido que aprender a "desnaturalizar", o sea a utilizar "los desnates", a hacer lecturas selectivas del enorme volumen de informaciones que llegan a nuestros sentidos, a nuestra percepción. No obstante, una vez que esas lecturas filtradas se convierten en "la realidad", la fijación de la atención funciona como un "anteojo", pues nos impide tomar conciencia de nuestras increíbles posibilidades.

Don Juan sostenía que el límite de la percepción humana es la timidez. Para poder manipular el mundo que nos rodea, hemos tenido que renunciar a nuestro patrimonio perceptivo que es la posibilidad de testimoniarlo todo. De ese modo, hemos sacrificado el vuelo de la consciencia por la seguridad de lo conocido. Podemos vivir vidas fuertes, audaces, saludables; podemos ser guerreros impecables, ¡pero no lo osamos!
Nuestra herencia es una casa estable donde vivir, pero nosotros la hemos transformado en una fortaleza para la defensa del yo, mejor dicho, en una cárcel donde hemos condenado a nuestra energía a consumirse en cadena perpetua. Nuestros mejores años, sentimientos y fuerzas se van en el arreglo y mantenimiento de aquella casa porque acabamos por identificarnos con ella. Cuando una criatura se convierte en un ser social, adquiere una falsa convicción de su propia importancia. Y aquello que al principio era un sentimiento saludable de auto-preservación, acaba por transformarse en una ególatra exigencia de atención.

La importancia personal, de los regalos que hemos recibido, es el más cruel. Convierte a una criatura mágica y llena de vida en un orgulloso asustado y con miedo de ser feliz. Debido a la importancia personal estamos llenos de rencores, envidias, miedos, culpas y frustraciones. Nos dejamos guiar por los sentimientos de indulgencia y huimos del importante servicio del auto-conocimiento, con pretextos como la pereza, el mayor enemigo de la espiritualidad. Por detrás de todo esto está una ansiedad que intentamos silenciar con un diálogo interno cada vez más denso y menos natural.

La información que necesitamos para ampliar nuestra consciencia se oculta en los lugares más fáciles. Si no estuviésemos tan rígidos (importantes) como normalmente nos ponemos, todo en nuestro entorno nos contaría secretos increíbles. Solamente tenemos que abrir nuestros sentidos/percepciones, que inicialmente están instalados en nuestro cuerpo físico, dependientes del buen funcionamiento de los cinco sistemas excretores que son: pulmón, hígado, riñones, intestinos y piel.
Una vez desintoxicados, o mejor, buscando esta desintoxicación diariamente, se vuelve cada vez más fácil acceder al conocimiento, que inicialmente puede llegarnos despacito, pero la fuerza del desapego constante nos conducirá al despertar.
Por Conceição Trucom 

Asumir la responsabilidad de los actos

La mayoría de las personas pasan de un acto a otro sin alterarse ni pensar. Por el contrario, un cazador juzga cada acto y, puesto que tiene la perfecta certeza de su muerte, lo ejecuta juiciosamente. Es perfectamente natural que su último acto sobre la tierra sea lo mejor de él mismo. Así es como obtiene al placer. Eso le embota el espanto.

El hombre corriente, rutinario, no es de hecho más que un títere que sólo hace lo que se le impone: el guerrero, el cazador de poder, rehusa dejarse llevar: de esta manera decide él. Como no desea nada, pues se considera ya como muerto, no puede ser el juguete de imperativos exteriores: está ante todo despierto, vigilante. El hombre corriente podría ser comparado con un viajero adormecido que va, sin apercibirse, de estación en estación: la estación término es la muerte, y él no habrá tenido placer ninguno en el viaje.

El guerrero, siempre en el sendero de la guerra, debe pues estar siempre al máximo de su potencia: nada puede tomarle débil, tímido ni indeciso, y ello por las razones expuestas: totalmente ajeno al mundo de sus semejantes pues, como quiera que no es esclavo de nada ni de nadie (un rey, incluso tiránico, es el esclavo de sus súbditos y de su celebridad; también de sus antepasados), no busca más que una cosa: la eficacia impersonal, no con miras a una codicia cualquiera, sino con miras a un poder que no pretende penetrar los misterios si no es para servirse sirviéndolo. Es así que habiendo realizado su unidad, él no pierde su tiempo en vanas indecisiones; poco importa lo que hace, pero lo que hace lo realiza plenamente, porque esta obra, sea la que sea, es su último combate sobre la tierra. Y este último combate sobre la tierra es también un reto. Los hombres, dice Don Juan, consideran las cosas ya como una bendición, ya como una maldición; el guerrero las toma como un reto.

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2 comentarios:

Ada dijo...

gracias por tu trabajo. lo he leído con gusto y me ha quedado clara la explicación. un saludo, ada

Unknown dijo...

Gratitud para el que dedicó su tiempo y su energía en este escrito . Que de la misma manera encuentre la claridad para abordar el camino del guerrero

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