miércoles, 9 de marzo de 2011

PARAR EL MUNDO

PARAR EL MUNDO

1. Más allá de toda descripción
2. El desatino controlado
3. Los no-haceres
4. Wu wei: El no-hacer
5. Mu-Shin: el estado de no-mente
6. Liberándote de tu Mente

"Su argumento era que me estaba enseñando a "ver", cosa distinta de solamente mirar y que "parar el mundo" era el primer paso de "ver". La frase "parar el mundo" era en realidad una buena expresión de ciertos estados de conciencia en los cuales la realidad de la vida cotidiana se altera porque el fluir de la interpretación, que por lo común corre ininterrumpido, ha sido detenido por un conjunto de circunstancias ajenas a dicho fluir".
Introducción de "Viaje a Ixtlán"

Puesto que la realidad es una descripción, el mundo de nuestro diario vivir está conformado por múltiples descripciones que se anudan en continuidades a las que Don Juan llama también "inventarios"; dice que los hombres somos criaturas de inventario, y que conocer los detalles de determinados inventarios es lo que hace al ser humano un profesional, un conocedor de un campo específico. Hemos dicho que es éste un sistema de conocimiento del cual somos miembros con una porfiada pertinencia. Tal pertenencia limita nuestra percepción; si queremos ampliarla hemos de cambiar de referencias, ir a otro sistema de conocimiento. El primer paso en este cambio es detener ese mundo de nuestras descripciones de cada día.

Nos hablamos incesantemente a nosotros mismos acerca de nuestro mundo. De hecho, mantenemos nuestro mundo con nuestro diálogo interno. Y cuando dejamos de hablarnos sobre nosotros mismos y nuestro mundo, el mundo es como debería ser. Con nuestro diálogo interno lo renovamos, le damos vida, lo sostenemos. No solo eso, sino que escogemos nuestros caminos al hablarnos a nosotros mismos. De ahí que repitamos nuestras acciones una y otra vez hasta el día en que morimos, porque continuamos repitiendo nuestro mismo diálogo interno una y otra vez hasta el mismo momento de la muerte. Un guerrero es consciente de ello y lucha por detener su diálogo interno.

Parar el mundo consiste en introducir un elemento disonante en las continuidades de descripciones con el fin de detener ese permanente fluir de acontecimientos comunes catalogados por nuestra racionalidad. Ese elemento disonante es lo que Don Juan llama "no-hacer". Hacer es cualquier cosa que forma parte de una realidad de la cual podemos dar cuenta racionalmente. No-hacer es un elemento que no forma parte de esa realidad conocida.

Su primera experiencia de parar el mundo la tiene Carlos Castaneda en una noche en la montaña, a donde es enviado por Don Juan, y en la que se encuentra con un escarabajo negro y conversa con un coyote luminoso y bilingüe. Lo vivido en esa ocasión tiene en Castaneda el efecto de una iluminación, ve las líneas del mundo, y entra en un éxtasis del que sale confortado, lleno de paz; se duerme, y al despertar reencuentra su mundo de siempre. El análisis que Don Juan hace de esta experiencia es que ciertamente no se trataba de un coyote, ni de que éste hablase. Dice simplemente que "tu cuerpo entendió por vez primera" y que lo verdaderamente importante es cuando el cuerpo se da cuenta de que puede ver.

Las continuidades de nuestras descripciones nos dan la idea de que somos un bloque sólido, enseña Don Juan. La certeza de que somos inmutables es la que sostiene nuestro mundo. Podemos aceptar la posibilidad de modificaciones de conducta, de reacciones o de opiniones. Pero no vamos más allá de este orden básico. Cuando tal orden queda interrumpido, nuestro mundo se detiene y se viene abajo nuestra racionalidad, con todo el orden que sustenta.

La debilidad de la razón para dar cuenta de toda nuestra posibilidad cognoscitiva se debe a que se relaciona solo con uno de los ocho puntos del hombre: con el habla. En cambio, la voluntad se relaciona con el sentir, el soñar, y el ver. Nos movemos entre la razón y el habla, y a eso lo llamamos entendimiento. Pero hay otros seis puntos más que el hombre puede manejar - y Don Juan subraya que se trata de manejar, no de entender -; nos movemos dentro de la racionalidad y los lenguajes y olvidamos los puntos relacionados con la voluntad que Don Juan define como una fuerza, una sensación que sale del guerrero que tiene poder, con la cual puede "agarrar" cosas. Los ocho puntos componen la totalidad de uno mismo. Los dos primeros, la razón y el habla los conocemos todos. El sentir es algo vago, pero en cierto modo familiar. Más allá del umbral que separa el mundo corriente del mundo de los brujos percibe uno el soñar, el ver, y la voluntad. Y en el último borde de ese mundo se encuentra uno con los otros dos, que no alcanzamos siquiera a nombrar.

Cuando hemos conseguido parar el mundo se nos presenta el silencio interior, estado natural de la percepción humana, en el que los pensamientos se encuentran bloqueados y todas nuestras facultades operan a partir de un nivel de conciencia que no requiere la intervención de nuestro sistema cognitivo ordinario. Allí somos capaces de funcionar en niveles de percepción que revelan mundos en sí mismos, indescriptibles y por consiguientes inexplicables en términos de los esquemas lineales que emplea el estado habitual de la percepción al explicar el universo.

Este silencio interior ha de ganarse mediante una disciplina constante, una voluntad inflexible. Es la puerta de un conocimiento que debe ser acumulado en el cuerpo, almacenado parte por parte; resultado de un aprendizaje explícito y mediante la aplicación de una intención rígida manifestada en la frugalidad o aptitud física; en el juicio recto entendido como una evaluación de los hechos impuestos por el aprendizaje en función de la totalidad del mismo; y en la obediencia a los hechos del aprendizaje. Básicamente, este aprendizaje consiste en obligarse uno mismo al silencio, aunque sea por unos pocos segundos, hasta lograr un umbral que varía de persona a persona, pero que - una vez logrado - desencadena por sí solo el silencio interior. La única manera de conocer cuál es ese umbral es en la práctica; hasta que, de pronto, el mundo se detiene y se ve el fluir de la energía.

Don Juan advierte sobre los peligros de esta situación, cuyos efectos son inquietantes por la manifestación del cuerpo energético o configuración energética del cuerpo físico. La única manera de enfrentarlos y de no disociar ambas configuraciones, física y energética, es una actitud pragmática, fruto del buen estado físico.

Ejercicio fundamental en la práctica del silencio interior es detener el diálogo interno. Y para ello, Don Juan enseña una práctica: caminar largos trechos sin enfocar los ojos en nada, cruzando levemente los ojos para obtener no una visión directa sino que periférica. Dice que así es posible percibir en forma casi simultánea cada elemento del panorama en un amplio ángulo frente a uno. Luego de una práctica de años, de pronto se percata uno de que suspender el diálogo interno implica algo más que reprimir las palabras que uno se dice a sí mismo: todos los procesos intelectuales se detienen, y se siente uno como suspendido, flotando. Ante el pánico experimentado por Castaneda cuando esto le sucede, Don Juan le explica que es el diálogo interno el que nos hace arrastrarnos, que el mundo es así como es solamente porque hablamos con nosotros mismos acerca de que es así como es. Cambiar la idea del mundo es la clave de la brujería, enseña Don Juan. Y la única manera de lograrlo es detener el diálogo interno a través de un aprendizaje largo y paciente: apurarlo solo trae trastornos y morbidez.

La sensación que tenemos en esta experiencia es la de dos mundos separados; uno, el habitual y acostumbrado, aquel en que nos refugiamos; otro, lejano, difícil, aterrador. Entre ambos, un umbral que se abre y se cierra, y que no nos atrevemos a franquear... hasta, que de pronto, damos un salto. Y lo que vemos no nos agrada, como una llanura al viento, insegura, temible . Pero, advierte Don Juan, no hay dos mundos: solo uno, el mundo del hombre. Pero ese mundo hemos de ser capaces de sentirlo todo, de lo contrario pierde su sentido, y, desde nuestras descripciones corrientes es un mundo muy estrecho el que solemos ver. Ese mundo está lleno de cosas increíbles, y hay que tomarlo como lo que es: un misterio. Los afanes de "cambiar el mundo" pierden aquí todo sentido.









Hay que sentarse en el suelo, sobre un rimero de hojas secas o un cojín de fibras naturales. La espalda debe apoyarse en un árbol, un tocón o una piedra lisa. Es necesario estar completamente relajado. Los ojos no se fijan jamás en el objeto, para evitar cansarlos. El observar consiste en explorar muy lentamente, moviendo los ojos en sentido opuesto al de las agujas del reloj, pero sin variar la posición de la cabeza.

El observar había constituido una verdadera revelación para mí. al practicarla había corroborado muchos aspectos importantes de las enseñanzas de Don Juan. Es lo que Don Juan llamaba detención del diálogo interno, o "silenciar los pensamientos". Si bien me había guiado por el sendero opuesto, Don Juan no había dejado de enseñarmelo; una vez de adiestrarme para concentrar mi visual, como los observadores, me preparó para abrirla, para anegar mi conciencia mediante el expediente de no centrar la atención en nada singular. mi obligación consistía, en cierto modo, en poner los ojos sobre todo aquello que fuera visible para mi en un radio de 180 grados, en tanto dirigía la atención a un punto impreciso, inmediatamente por encima de la línea del horizonte.

También decía Don Juan que cuando detenemos el diálogo interno también paramos el mundo. Esa era una descripción operativa del inconcebible proceso de concentración de nuestra segunda atención. Aseveraba que hay una parte de nosotros siempre cerrada bajo llave, porque le tememos; para la razón es algo así como un pariente loco al que mantenemos en un calabozo. Eso era nuestra segunda atención. Cuando lográbamos finalmente concentrarla en algo, el mundo se paraba. Puesto que, como hombres corrientes, sólo conocemos la atención del tonal, no parece exagerado afirmar que, una vez que la misma es suprimida, el mundo entero debe cesar su movimiento. La concentración de nuestra salvaje, ineducada, segunda atención, debe ser, por fuerza, terrorífica. Don Juan tenía razón al decir que el único modo de evitar que el pariente loco irrumpiera con violencia en nuestra vida, era escudarse en el infinito diálogo interno.

El Segundo Anillo de Poder






Más allá de toda descripción

Pero hay diferencias entre ese mundo de nuestras descripciones de cada día y el que don Juan llama el “mundo de los brujos”, más allá del umbral, de la “pared de niebla”, de la “cortina del otro mundo” que los separa; entre el “mundo de la razón” y el “mundo de la voluntad”. Ambos constituyen el “mundo del hombre”; y para verlo hay que aprender a mirar el mundo como lo ven los brujos, pero tampoco quedarse con él (nuevamente, es solo una descripción): solo logramos ver más allá de cualquier descripción, y quedándonos entre medio de las descripciones. El aspecto peligroso de esta multiplicidad de “mundos” es que puede resultar desquiciante, como en el caso de quien emplea métodos rápidos (por ejemplo, las drogas) para adentrarse en ellos. Pero, enseña Don Juan, el guerrero sabe que el mundo no es ni lo uno ni lo otro: su secreto es que “cree sin creer” porque tiene que creer: el mundo es para él un desafío y lo enfrenta empleando su desatino controlado. Y sabe que los mundos son reales: que pueden actuar sobre ti. Y que serás como sean los mundos que describes. Conocimiento y vida son una misma cosa.

Aquí está el nudo gordiano de este asunto de parar el mundo: si aprendemos a hacerlo, si lo hacemos habitualmente, si logramos movernos entre el mundo de la razón y el mundo de la voluntad, entre el mundo ordinario y el mundo de los brujos, entre los diferentes mundos que seamos capaces de describir, y si aprendemos a hacerlo escurriéndonos entre esos mundos, tendremos la libertad al alcance de la mano. Nos habrá sido dada por un conocer diferente, fluido, capaz de volar, capaz de admirarse y de reír, enraizado en una trama que en absoluto se confunde con las descripciones habituales de nuestras aprendidas continuidades e inventarios.

El esfuerzo por llegar a este punto vale la pena. Está en juego nuestra actitud en la vida, nuestra capacidad de gozar, nuestra libertad, nuestro fuego interior, para emplear la terminología de don Juan. No nos damos cuenta, pero vivimos encerrados en una cárcel cuyos barrotes labramos nosotros mismos desde niños: las descripciones que configuran nuestra “realidad”. Son ellas las que nos hablan de bien y mal, de lo mío y lo tuyo, de enfermedades y muerte, de dicha y quebranto, de envejecimiento, de deterioro, de deseos no cumplidos. Y ponemos en la puerta de esa cárcel al más vigilante de los carceleros: nuestro propio yo. A veces esa cárcel nos hastía, y recurrimos a otros para que nos ayuden no a acabar con ella, sino que a remozarla; y no faltan los consejeros, siquiatras y gurús que nos ayuden a hacerlo. Pero la cárcel sigue allí: más o menos amable, pero cárcel siempre.

Solamente saldremos de ella si tenemos el valor de colarnos por entre las rendijas de nuestras descripciones hacia realidades no dichas, más allá de todo decir. Y, desde allí, como desde una altura que nos permite ver el panorama en su totalidad, regresar a esas descripciones sabiendo lo que son, empleándolas estratégicamente, obligándonos a emplearlas en función de múltiples connivencias. Pero sin que nos manejen y encierren, modificándolas una y otra vez para mantenerlas en su relatividad, en su cambiante variabilidad.

Y, más allá de toda descripción, lo indecible de que formamos parte.

El desatino controlado

"Florinda mantenía que para practicar el desatino controlado, puesto qué no está hecho para engañar a la gente, uno tiene que ser capaz de reírse de sí mismo. Florinda me dijo que uno de los resultados de la recapitulación detallada es la capacidad de estallar en risa genuina cuando uno se encuentra cara a cara con las aburridas repeticiones que el yo personal hace acerca de su importancia.
Sólo un maestro acechador puede ser un maestro del desatino controlado. El desatino controlado no significa embaucar a la gente. Significa que los guerreros aplican los siete principios básicos del arte de acechar en cualquier cosa que hacen, desde los actos más triviales hasta las situaciones de vida o muerte."
"El Don del Águila"

Es posible insistir, insistir como es debido, aunque sepamos que lo que hacemos no tiene caso. Un guerrero, primero debe saber que sus actos son inútiles y, a pesar de ello, proceder como si no lo supiera. Ése es el desatino controlado de un brujo.

Una vez que un hombre aprende a "ver", se halla solo en el mundo, sin nada más que su locura controlada.
Nuestra suerte como hombres es aprender, para bien o para mal. Yo he aprendido a "ver" y te digo que nada importa en realidad; ahora te toca a ti. A lo mejor algún día verás y sabrás si las cosas importan o no. Para mí nada importa, pero es posible que para ti importe todo. Ya deberías saber a estas alturas que un hombre de conocimiento, un guerrero, vive de actuar, no de pensar en actuar, ni de pensar qué pensará cuando termine de actuar.
Por eso un hombre de conocimiento elige un camino con corazón y lo sigue y luego mira y se regocija y ríe; y luego ve y sabe. Sabe que su vida se acabará en un abrir y cerrar de ojos; sabe que él, así como todos los demás, no va a ninguna parte; sabe, porque ve, que nada es más importante que lo demás. En otras palabras, un hombre de conocimiento no tiene honor, ni dignidad, ni familia, ni nombre, ni tierra, solo tiene vida que vivir y en tal condición, su único vínculo con sus semejantes es su locura controlada. Así un hombre de conocimiento se esfuerza, y suda y resuella, y si uno lo mira es como cualquier hombre común, excepto que la locura de su vida está bajo su control. Como nada le importa, un hombre de conocimiento escoge cualquier acto y lo actúa como si le importara. Su locura controlada lo lleva a decir que lo que él hace importa y a actuar como si importara y sin embargo él sabe que no importa; de modo que, cuando completa sus actos se retira en paz, sin pena ni cuidado de que sus actos fueran buenos o malos, o tuvieran efecto o no.
Por otro lado, un hombre de conocimiento puede preferir quedarse totalmente impasible y no actuar jamás, y comportarse como si el ser impasible le importara de verdad; también en eso será genuino y justo, porque eso es también su desatino controlado.

El guerrero considera al mundo como un misterio sin límites, y lo que hacen los hombres como una locura sin nombre.
Todos los actos de los hombres son locura, o más bien son percibidos como locura por quienes ya no creen en el sentido de los actos ordenados por la razón. Los hombres actúan según las reglas que juzgan normales, con fines que estiman necesarios, justos, buenos, y llaman locura a los comportamientos extrarracionales. Volverse loco es perder la razón. Luego, el uso de la razón también es locura: esta normalidad, la razón entera, la explicación racional de las cosas, no es más que locura. Los actos y la vida de los hombres nada significan propiamente: la gente se pasa la vida envejeciendo, y su vida, a pesar de los credos ilusorios a que se afearan, nada significa para ellos ni para nadie.

Los actos de los hombres corrientes son sólo ruido y furor, como dijo Shakespeare. El dramaturgo había así intuido que el mundo no es sino un teatro y los hombres actores. El guerrero no percibe las cosas de distinta manera. Sus actos también son locura, pero como él no cree, es una locura controlada.
Con todo el mundo se sirve Don Juan de su locura controlada; todo lo que hace es locura controlada, lo cual no significa que no sea sincero, sino que sus actos son sólo los de un actor. Para mí dice- no hay ni una sola cosa que sea importante, y menos mis actos que los de cualquiera de mis semejantes. A pesar de ello, continúo viviendo porque es mi voluntad... Mi voluntad controla la locura de mi vida.

El guerrero que ha anulado la importancia de las cosas, si escoge vivir, no puede considerarlo como una locura; pero como ejercita una elección que su voluntad dirige, su locura esta controlada. El hombre que está bajo el control de su razón, no se controla; por eso su locura no está controlada, y su lado siniestro no puede apenas ser compensado por su lado alegre: el hombre ordinario no cree estar loco; sus actos son endiabladamente serios! El guerrero elige actuar, debe creer sin creer, como hemos visto. Su acto es puramente gratuito, y él sabe que todos los actos pretendidamente serios son también gratuitos.

"Tus acciones, así como las acciones de tus semejantes en general, te parecen importantes sólo porque has aprendido a pensar que son importantes."
Sí, pero entonces hay que agarrarse a algo. Como ya hemos visto, el guerrero no se agarra a nada; en nada se parece a esa gente que ha pretendido abrumar a su generación haciendo el vacío (qué vacío tan ilusorio!, y qué pérdida de tiempo!) y que, beoda, se agarra a algún mito movilizador, lo que prueba que se ha quedado convertida en hechiceros negros deseosos de creer, es decir, de comer el alimento que trafican sus semejantes.

La locura controlada es el deber creer; la locura no controlada es la creencia. Una cosa es importante cuando se nos ha dicho así y nosotros, solamente, balamos con el rebaño: es el es necesario creer en algo. Pero actuar con todo su ser sin creer y sin conceder la menor importancia a lo que se hace, pero con toda la perfección que da un perfecto control y un perfecto abandono, es un acto de águila solitaria. Es la única manera desinteresada de actuar, y el guerrero debe actuar sin esperar nada a cambio. (Cabe decir que este desinterés nada tiene que ver con un acto caritativo, que da buena conciencia.)
Y este desinterés es vulnerabilidad, y placer sin límites. Si la palabra nobleza tiene sentido, no puede significar más que eso.

"- Mi risa, así como todo cuanto hago, es de verdad -dijo Don Juan-, pero también es desatino controlado porque es inútil; no cambia nada y sin embargo lo hago.
- Pero según yo lo entiendo, Don Juan, su risa no es inútil. Lo hace a usted feliz.
-¡No! Soy feliz porque escojo mirar las cosas que me hacen feliz, y entonces mis ojos captan su filo gracioso y me río. Te lo he dicho incontables veces. Siempre hay que escoger el camino con corazón para estar lo mejor posible, quizá para poder reír todo el tiempo."
No habiendo nada más importante que cualquier otra cosa, el guerrero escoge cualquier acción y la ejecuta como si le importase. Su locura controlada le hace decir que concede importancia

La locura controlada hace que el guerrero no se ate a nada: El ama aquello que quiere, pero se sirve de su locura controlada para no interesarse... Amar a la gente o hacerse amar por ella no es lo único que podemos hacer en cuanto que hombres. Este amar que nos tira de las orejas no es sino una forma de vampirismo. Amar lo que se quiere y no atarse es también no atar a quién se ama: es la manera más noble de amar. El guerrero puede dar curso libre a sus sentimientos a condición de que no crea, es decir, que no se ate. Sus sentimientos son su locura controlada, deseo sin deseo, y él pasa a otra cosa sin dejar la menor huella.
Y Don Juan añade que su locura controlada se aplica sólo a si mismo y a sus semejantes. En suma, la locura controlada permite pasar a través de la locura de sus semejantes sin ilusión, sin apego; sirve, dice Don Juan, para poder reír siempre.

El guerrero, no perteneciendo ya al mundo y a sus semejantes, escoge, sin embargo, ejercer y, en apariencia, actuar como ellos. La única diferencia radica en que él equilibra su espíritu controlando su locura, mientras que los hombres en general mueren locos. El desatino controlado no es un engaño en sí,  sino un modo sofisticado y artístico de separarse de todo sin dejar de ser una parte integral de todo.
"Una realidad aparte"



"Tus acciones, así como las acciones de tus semejantes en general, te parecen importantes sólo porque has aprendido a pensar que son importantes."
-
-
Los no-haceres

Una característica fundamental del funcionamiento del primer anillo de poder es que puede ser bloqueado por efecto de realizar acciones no funcionales ajenas a la descripción, conocidas como no-hacer.
La descripción ordinaria del mundo nos compele a comportarnos siempre en los términos que ella señala, por lo tanto todas nuestras acciones emanan de la descripción y a su vez la revalidan. A estas acciones se les conoce como "hacer" y en combinación con la descripción que las sustenta, constituyen un sistema que se retroalimenta a sí mismo.
Cualquier tipo de acción que no sea congruente con la descripción del mundo o del sí mismo constituye el no-hacer de la persona.
El no-hacer interrumpe el flujo de la descripción y esta interrupción a su vez suspende el hacer del mundo conocido, por lo que el no-hacer, es el medio que abre el camino de acceso al lado desconocido de la realidad y de la persona; en otras palabras es el medio de acceso al nagual, que en lo que se refiere al mundo es la realidad aparte y al caso de la persona, es la conciencia del otro yo.
Como el no-hacer se practica desde el lado derecho de la conciencia, pero tiene la facultad de llevarnos a facetas del lado izquierdo, su práctica sistemática va creando puntos de contacto entre ambos lados, que poco a poco pueden acercarnos a la integración de ambos modos de conciencia, en una resultante que se conoce como "la totalidad de uno mismo"

El conocimiento es mucho más de lo que solemos creer. Hay mundos nuevos al alcance de la mano. Nos introducimos en ellos mediante una percepción diferente, mediante el ver. Para ver necesitamos acabar con la traba de nuestra importancia personal. Acabamos con nuestra importancia personal si paramos el mundo mediante la detención del diálogo interno. Detenemos nuestro diálogo interno mediante la técnica del no-hacer que es realizada por el cuerpo, no por la razón.

El secreto no está en lo que hacemos, sino que en lo que no-hacemos: en hacer el no-hacer, estado de flujo más allá de las limitaciones racionales. Para ello debemos practicar el abandono, la frialdad y la audacia.
Los no-haceres del yo personal son los siguientes:

* Borrar la historia personal
* Perder la importancia de ti mismo
* Romper las rutinas que fijan las continuidades de nuestras descripciones.

Los no-haceres permiten que el cuerpo junte poder.
Al acabar con nuestra importancia personal liberamos gran cantidad de energía que nuestro cuerpo recanaliza: Don Juan llama impecabilidad a esta recanalización de energía.
Mediante los no-haceres del yo nos ponemos a disposición del espíritu mediante el puro entendimiento que aparece cuando rompemos nuestras predisposiciones perceptuales.

Wu wei: El no-hacer

Wu wei es un concepto central de la actitud taoísta ante la vida y el mundo. Si persistimos en hablar de un estilo de vida taoísta, este estaría caracterizado por wu wei. En esencia, el Camino, La Vía taoísta, es la práctica de wu wei.

¿Qué debe entenderse por wu wei? Las muy variadas interpretaciones que ha suscitado la conjunción de estos dos caracteres ha llevado a significaciones equivocas. Expongamos primero cuales han sido sus diferentes traducciones: no acción, no obrar, no interferencia, no esfuerzo, no aserción.... Parodógicamente la más difundida de ellas, "no acción", es la que más se aparta de su significado pleno. Todas las versiones autorizadas del Tao Te Ching, contienen advertencias sobre las interpretaciones equívocas. A modo ilustrativo veamos lo expresado por Francois Jullien en el prólogo a la traducción del Tao Te Ching efectuada por Anne Helene Suárez, publicada bajo el título "Libro del curso y de la virtud":
          "Si hay un tema que parece caracterizar este libro es la no acción (wu wei). Pero hay que cuidarse de entenderla equivocadamente, como a menudo se ha hecho, de leerla como un desentendimiento respecto al mundo, una renuncia quietista, en definitiva, como un llamamiento a la pasividad. La fórmula debe leerse en su versión completa:

"No hacer nada, pero que nada quede sin hacerse".

También se podría traducir "de modo que nada quede sin hacerse". Si uno se guarda de actuar, efectivamente, no es porque se desinterese del mundo...
Pero actuar siempre es forzado, más vale dejar que las cosas vengan naturalmente, por sí mismas, sin cargarlas con el peso de nuestros proyectos, con lo arbitrario de nuestras voluntades. Si el sabio se guarda de actuar, es para dejar acontecer y, por tanto, lograr con más facilidad: para dejar que la viabilidad de las cosas obre por sí misma o, dicho de otro modo, para dejar a la inmanencia de la "vía" (el "curso") la capacidad de obrar. Sabe que cualquier solución forzada está condenada desde el principio, puesto que suscitará reacciones adversas y, queriendo imponer nuestro plan al mundo, no dejamos de desgastarnos: toda acción es agotadora y de poco efecto. Más vale adaptarse al curso del mundo como el agua, que, al seguir la pendiente, no deja de avanzar. Al ahorrar nuestra vitalidad, la sabiduría también se revela como la mejor estrategia: basta con ayudar a la evolución natural de todos los seres. Dicho de otro modo, cualquier situación implica un desarrollo –un proceso está en curso-, y basta favorecerlo para dejarse llevar por él..."

Y en igual forma se manifiesta John Blofeld en "Taoismo, la búsqueda de la inmortalidad":
          "Wu wei, principio cardinal de los taoístas, significa literalmente "no accion" pero no en el sentido de quedarse sentado todo el día como un tronco muerto o un bloque de piedra; sino en el de evitar la acción que no sea espontánea, en el actuar de lleno y con destreza, pero sólo y de acuerdo con la necesidad presente, siendo vivaz cuando se requiere, pero nunca forzado y tenso, huyendo de la acción artificiosamente calculada y de toda actividad que arranque de un motivo de provecho interesado."

Queda claro entonces, en palabras de J.C. Cooper, que "Wu wei no es el cese de toda acción, sino el cese de la acción motivada... es el cese de la acción inducida por los deseos y por el apego al reino de la ilusión de los sentidos". Todo esto puede parecer imposible de realización concreta en un mundo en que se han desquiciado las relaciones del hombre con la naturaleza y de los hombres entre sí. Pero la vía del wu wei no es un Camino social o políticamente ineficaz. Su eficacia puede que sea eclipsada por el sentimiento de soberbia que alimenta la modernidad. La sociedad moderna, víctima del espejismo que le produjo el desarrollo de la ciencia y la tecnología, impuso la creencia de que todo objetivo, por pretencioso que fuera, podría ser alcanzado, a través de un desarrollo social de progreso ininterrumpido. La gran capacidad de operar sobre la realidad en numerosos campos de actividad, transformando las condiciones naturales, indujo a pensar que ninguna manipulación del entorno le está vedada a la voluntad humana, y esto ha traído aparejado un sentimiento de soberbia que ha hecho olvidar por completo nuestra relación de interdependencia con la totalidad de la que somos parte.
La emergencia ecológica a la que no escapa ningún lugar del planeta, es el resultado más contundente de la perniciosa "afirmación" del hombre "enfrentado" a la naturaleza.
Las calamidades sociales que se viven en vastas regiones del mundo, contrastando con la opulencia de otras, es indicativo de que el desarrollo de la humanidad es forzado por carriles impuestos, y como tal, inarmónico y profundamente asimétrico. Pero dejaremos para más adelante la proyección social y política del Camino taoísta.

En lo que hace al ámbito personal, digamos, citando nuevamente a Cooper, que wu wei "se trata de la tranquila aceptación de la vida en el mundo tal como es y como viene; de aguardar el momento y la oportunidad, sin forzar nunca el resultado, sino que este se despliegue a su tiempo según su naturaleza". Es que la única acción que se necesita es estar acorde con el tao. Para nada se trata de una conducta fatalista que nos imponga una resignación piadosa, sino la humilde actitud de no oponer la acción deliberada por sobre-encima del conocimiento de la naturaleza real de las cosas, teniendo en cuenta, además, que para comprender la verdadera naturaleza hay que apaciguar las tensiones que suscitan los deseos y que alimentan la falsa conciencia de la realidad. Lin Yu-tang lo ha sintetizado en estos términos: "Es el secreto de dominar las circunstancias sin afirmación de uno mismo contra ellas".

Seguramente, el lector podrá pensar que con semejante actitud, nada de lo que hoy nos ofrece el mundo se podría haber logrado, y que de habernos atenido al dictado del wu wei hubiésemos superado escasamente el mundo de extrema necesidad en que vivieron generaciones anteriores. Esta presunción surge de creer que la base de todo progreso es el esfuerzo, el desafío, la confrontación de la civilización oponiéndose y venciendo a la naturaleza.

De más está decir que en la visión taoísta el hombre jamás podrá ir más allá de donde la naturaleza se lo permita, y si registra progresos en términos de bienestar es porque ha sabido armonizar su actividad con las oportunidades que la totalidad pone a su disposición, de la misma forma que también aporta con su acción al acontecimiento de futuras catástrofes cuando se deja conducir por intereses mezquinos o delirios de grandeza.

Las discrepancias entre taoístas y voluntaristas encierran siempre una distinta valoración de lo que es la felicidad, y en este punto, quiero ceder la palabra a una de los mas brillantes ascetas cristianos contemporáneos que nos ha ayudado a los occidentales a comprender la esencia del Camino. Thomas Merton reflexiona para nosotros:

"Yo no puedo decir si lo que el mundo considera "felicidad" es o no es felicidad. Todo lo que sé es que cuando considero el camino que muchos recorren tratando de conseguirla, los veo correr precipitadamente, amargados y obsesionados, con las prisas generales del rebaño humano, incapaz de detenerse a sí mismo o cambiar de dirección. Y todo ello mientras proclaman que están a punto de conseguir la felicidad.

Por mi parte, no puedo aceptar su forma de ver las cosas, tanto si se trata de la felicidad como de la desgracia. Me pregunto si, al fin y al cabo, su concepto de la felicidad tiene algún sentido.

Mi opinión es que nunca nadie alcanzará la felicidad hasta que deje de buscarla. Mi mayor felicidad consiste precisamente en no hacer absolutamente nada que esté calculado para obtener la felicidad. Y esto para mucha gente es la peor conducta.

Yo quiero mantenerme fiel a la frase que dice: "La alegría perfecta es estar sin alegría. La alabanza perfecta es no ser alabado".

Si alguien pregunta "qué debería hacerse" y "qué no debería hacerse" en el mundo para conseguir la felicidad, mi respuesta es que esas preguntas no tienen respuesta. No hay forma de determinar esas cosas.

Pero, al mismo tiempo, si ceso de esforzarme en buscar la felicidad, lo "correcto" y lo "erróneo" se hacen aparentes de inmediato por si mismos.

Alegría y bienestar se hacen posible de inmediato en el momento en que uno cesa de actuar con la vista puesta en ellos, y si uno practica el no-hacer (wu wei) tendrá ambas cosas, felicidad y bienestar."

-
-





"La mente debe estar en estado de estar fluyendo porque cuando se detiene en cualquier parte,
eso significa que el flujo se ha interrumpido
y esa interrupción es nociva para el bienestar de la mente."



"Uno de los propósitos de la meditación
y de ciertas maneras de actuar en las artes marciales (Karate, Kendo, Kyudo, etc...)
es el de cultivar la habilidad para suspender el pensamiento mecánico, analítico y discriminatorio, favoreciendo al mismo tiempo la percepción no discriminativa de calidad reflexiva,
a través de la cual se define la actuación
y los resultados elaborados en una simple experiencia de percepción."



 "Es la falta de flujo lo que daña. Para un guerrero dejar de fluir equivale a morir. El espadachín que combate no debe pensar en sí mismo ni siquiera en su adversario. Simplemente debe fluir siguiendo su subconsciente."



"El estado de mushin consiste en permanecer con la mente en blanco
sin anular las capacidades de percepción; en no pensar, de ahí su nombre.
Uno no se desconecta del mundo ni de la realidad circundante;
simplemente la percibe pero no la intelectualiza, no la juzga.
Pasa por delante de nosotros pero no la cuestionamos, no nos damos por enterados.
Es un estado parecido a la indiferencia, pero en estado consciente."



"En las artes marciales, se enseña que el mejor lugar para la mente, "Aqui y Ahora"
es "no estar en ninguna parte", el llamado Mu-Shin.
El punto del Mu-Shin es tener la mente en blanco
para que el "guerrero" se encuentre en un estado de "apertura".
Esto le permite reaccionar y no preocuparse por lo que puede ocurrir mientras actúa".


-
Mu-Shin: el estado de no-mente

Mu-Shin No Shin, llamado “mente del no-pensamiento” es una de estas traducciones sin sentido que flota alrededor del Zen y las artes marciales. De hecho la palabra japonesa Zen es una traducción de la china Chan, la cual es en si misma una traslación del sánscrito Dhyana, que significa un estado en el cual está suspendido el trabajo mental analítico o discriminatorio, permitiendo emerger otros tipos de estados mentales. Este no-discriminativo estado, ha sido definido en japonés como Mu-Shin y traducido al chino como Wushin, originario del sánscrito Acitta, que implica una forma de dejar llevar el pensamiento dirigido. Literalmente (aunque no adecuadamente) se ha traducido después Mushin como: “no pensamiento”. Desafortunadamente para aquellos que sólo manejan esta traducción, la conclusión final sería: “no existe ningún pensamiento”. Sin embargo esto está lejos del concepto original.
 

Shin implica una clase de unión entre intelecto y emoción, a veces traducida como: "corazón-mente". Por lo tanto Mu-Shin significa: "ausencia de juicios emocionales basados en la atracción o aversión". Es decir: no hacer elecciones basadas en emocionales aceptaciones o rechazos. Esto se encuentra ya lejos de la pobre traducción de "No pensamiento". Mu-Shin significa no dejarse llevar por pensamientos preconcebidos, juicios, esperanzas o miedos que pueden alejarnos de una respuesta adecuada durante cualquier tipo de actividad, tanto a nivel corporal como intelectual.

Mu-Shin es básicamente pensar sin pensar, actuar sin conciencia, volver nuestros actos conscientes en actos instintivos, o mejor dicho intuitivos. Es la esencia del Zen. Durante la vida cotidiana, si hacéis o queréis algo conscientemente, con el pensamiento, no sois mushin. Esta es la razón por la que el entrenamiento y la práctica son tan importantes. También para hablar y silenciar la mente es importante. La mayoría de las personas hablan después de que el cerebro haya dado la orden. Si sois mushin o hishiryo, podréis hacerlo inconscientemente, sin pensamiento.
La sabiduría no es lo mismo que el saber o el conocimiento intelectual. En la vida cotidiana la mayoría de las personas, cuando conversan responden después de pensar. Las personas verdaderamente inteligentes utilizan la sabiduría y no piensan. Hablan y responden por intuición. Hablar desde el saber intelectual no es hablar con sabiduría. La filosofía del budismo y del Zen no son solamente datos de conocimientos intelectuales.

El cerebro superficial descansa durante la meditación zazen y "el cerebro interno" se desarrolla y capta la actividad. La actividad proviene del cerebro interior. Por ejemplo, el monje Zen responde a una pregunta sin pensar, inconscientemente, desde el cerebro interno. Por eso el mondo Zen es tan importante. Se piensa, desde luego, en la pregunta, pero se responde inconscientemente, intuitivamente, las respuestas surgen del "cerebro interno", sale de las entrañas. Si practicáis la meditación, el silencio interno, durante toda vuestra vida, al final podréis obtener esta sabiduría inconscientemente. Sabiduría, no saber.
Esto no es posible en la educación moderna, por eso la educación Zen es tan importante. Lo mismo sucede con la acción. Primero piensa el cerebro, después se actúa. Esto no es mushin. Mu-Shin quiere decir que no es la mente la que piensa.

El estado de no-mente
¿Existe el estado de no-mente? Si, existe y es conocido. Hay muchas formas de describirlo. A veces es descrito como estar "en el flujo", o en "piloto automático" Entre los atletas se conoce como estar "en la Zona". En japonés se llama "Mu-Shin", que se traduce literalmente como "No mente".
Este estado mental se puede describir como el sentirse separado del acto que se ejecuta. Ningún pensamiento interfiere con la acción que se ejecuta ya que esta es inconsciente y por lo tanto desinhibida. Cuando logras este estado, tu mente se puede mover de una actividad a la otra de la misma forma como fluye una corriente de agua. El flujo es un estado óptimo de energía y conciencia que hace sentirse a las personas felizmente unificadas con la actividad que están realizando. El estado de flujo no se refiere solamente a actividades físicas. No existe actividad humana que no se vea beneficiada por su presencia. Virtuosos de la música, científicos eminentes y artistas de primerísimo nivel se caracterizan por entrar a voluntad en ese agraciado estado y sin embargo todas las personas pueden alcanzarlo.
Mushin se refiere a la mente no atada por ideas ni sentimientos y que por lo tanto se mantiene totalmente abierta a la vivencia. En las artes marciales el estado de Mu-Shin es muy usado ya que los movimientos son tan rápidos y certeros que es imposible que la mente los siga y los dirija. La habilidad técnica no vale nada si no está acompañada de una tranquilidad interior, de un espíritu constantemente alerta. Sólo cuando un guerrero se libra de miedos y rencores, cuando trasciende su ego y sus apegos, es capaz de actuar y responder sin vacilaciones ante cualquier oponente. El guerrero ya no se detiene en pensamientos sobre lo que ha de hacerse. Sus respuestas son instantáneas y guiadas por una intuición superior. El guerrero actúa de forma instintiva, sin pensar, con su mente totalmente en blanco pero también totalmente consciente. En esas condiciones, se es capaz de anticiparse a los movimientos del contrario y responder de manera veloz e imprevista.
Una característica del estado de no-mente es que mientras el cuerpo se mueve y la mente está vacía, el desgaste de energía es mínimo.

Entender este estado de mente es sencillo y también no es difícil el lograrlo con el adecuado entrenamiento y la práctica. Sin embargo, debes ejercitarlo hasta lograr la habilidad de hacer algo sin esfuerzo consciente, hasta que tus reacciones sean automáticas. Es un estado muy cercano a la meditación, salvo que en la meditación zazen el cuerpo está inmóvil, en posición sentada. Pero el cómo funciona la mente en ambos casos, es muy similar. Sin duda de todos los ámbitos en los que nos podemos entrenar, la meditación es la que más nos desarrollará en este sentido, sin embargo debemos desarrollarnos como persona en todos los ámbitos para poder llegar a estos estados.
La meditación es el arte o la técnica de entrenar la mente. La mente se entrena y después es mas fácil tener control sobre uno mismo. En la meditación uno entrena la mente para apaciguar el flujo descontrolado de los pensamientos, de las ideas y de las emociones, no se trata de ejercitar un control si no mas bien de "poner la mente en blanco", dejando que el flujo de pensamientos poco a poco disminuya: sin juzgar, sin desear, sin rechazar. Dada la dificultad de alcanzar este estado o mejor dicho de aspirar a este estado, la mente ha de ser entrenada, exactamente del mismo modo que en las Artes Marciales, donde el entrenamiento y la práctica con los músculos y con el cuerpo son esenciales y tan importantes.
Con la práctica de la meditación se llega a una dimensión en la que los eventos parecen estar lejanos y parecen tomas en cámara lenta, permite al subconsciente emerger. De esta forma nos conectamos con nosotros mismos y entramos enseguida en sintonía con nuestro propio espíritu, luego con el Universo y, en consecuencia, con cualquier situación.

Cuando los maestros hablan del concepto Mu-Shin, hablan de la reflexión perfecta y precisa de todo. Mu-Shin, significa corazón vacío, espíritu vacío. Mushin es la ausencia total de pensamiento oratorio; un estado en el que el ego se olvida y el individuo se encuentra libre para su desempeño sin tener que preocuparse por las nociones dualísticas del bien o del mal, del éxito o del fracaso.
El espíritu siempre tiene que moverse libremente. Se debe estar completa y constantemente concentrado. En la vida diaria sucede lo mismo. Como dijo el monje Zen Takuan:
 "El verdadero espíritu es como el agua y el espíritu incierto es como el hielo", es decir, cuando el espíritu se posa sobre algo, como el hielo sobre una rama, estamos bloqueados e indefensos, cuando (el espíritu) es como el agua, miles son las posibilidades y las vías a seguir.

Liberándote de tu Mente

Cuando alguien va al médico y le dice, "Oigo una voz en mi cabeza", con toda probabilidad le enviarán a un psiquiatra. La verdad es que, de un modo muy parecido, casi todo el mundo oye una o varias voces en su cabeza todo el tiempo: los procesos involuntarios de pensamiento… y el asunto es que no te has dado cuenta de que tienes el poder para detenerlos. Continuos monólogos o diálogos. Probablemente te has cruzado en la calle con personas "insanas" que hablan o murmuran incesantemente consigo mismas. Bueno, eso no es muy diferente de lo que tú o el resto de la gente “normal” hace, excepto que no hablas en voz alta. La voz comenta, especula, enjuicia, compara, se queja, aprecia, desprecia, etcétera.

La voz no guarda necesariamente ninguna relación con la situación en que te encuentras en ese momento; puede que esté reviviendo el pasado reciente o distante o ensayando o imaginando posibles situaciones futuras. Aquí frecuentemente imagina formas en que las cosas van a andar mal y posibles fracasos: a esto se les llama "preocupaciones". A veces este registro de sonido se ve acompañado por imágenes visuales o "películas mentales". Aún en el caso de que la voz guarde relación con la situación presente, la interpretará en referencia al pasado. Esto se debe a que la voz pertenece a tu mente condicionada, que es el resultado de toda tu historia pasada, así como de la particular perspectiva cultural y esquemas mentales que heredaste. De modo que ves y juzgas al presente a través de los ojos del pasado, y tienes así una visión absolutamente distorsionada de este presente.

No es poco común que la voz sea el peor enemigo de la persona. Muchos viven con un torturador en su cabeza, quien continuamente les ataca y castiga, y les succiona toda su energía vital. Esto produce sufrimiento, infelicidad y enfermedad.
La buena nueva es que sí es posible liberarte de tu mente. Esta es la única liberación verdadera. Puedes dar el primer paso ahora mismo. Comienza a escuchar la voz de tu cabeza tan frecuentemente como puedas. Pon especial atención a cualquier patrón repetitivo de pensamiento, esas viejas grabaciones del gramófono de tu abuela que probablemente han estado sonando en tu cabeza por muchos años.

A eso me refiero con "observar al pensador", que es otra forma de decir: escucha la voz en tu cabeza, permanece presente como un testigo. Cuando escuches esa voz, escúchala de modo imparcial. Eso quiere decir: no juzgues. No juzgues o condenes lo que oyes, pues hacerlo implicaría que la misma voz ha irrumpido una vez más, esta vez por la puerta trasera. Pronto te darás cuenta de que allí está la voz, y aquí estoy yo escuchándola, observándola. Este darte cuenta de tu propia presencia, esta sensación de "Yo soy", no es un pensamiento. Es algo que surge desde más allá de la mente.

Así que cuando escuchas a un pensamiento, estás consciente no sólo del pensamiento, sino también de ti mismo mientras eres testigo del pensamiento. Ha surgido una nueva dimensión de consciencia. Mientras escuchas el pensamiento, sientes una presencia consciente tu yo más profundo detrás o debajo del pensamiento. El pensamiento pierde entonces su poder sobre ti y rápidamente se retrae, pues ya no estás dándole energía a la mente has dejado de identificarte con ella. Este es el principio del fin del pensamiento involuntario y compulsivo. Cuando un pensamiento se retrae, experimentas una discontinuidad en el flujo mental una brecha de "no- mente".

Al principio, las brechas serán breves, quizás de unos pocos segundos; pero poco a poco se irán prolongando. Cuando estas brechas se presentan, sientes cierta quietud y paz en tu interior. Este es el inicio de tu estado natural de unidad sentida con el Ser, el cual generalmente es oscurecido por la mente. Con la práctica, la sensación de quietud y paz se profundizará. De hecho, sus profundidades no tienen fin. También sentirás una sutil emanación de alegría que surge desde tus profundidades: la alegría del Ser.

No es un estado de trance, para nada. Aquí no hay pérdida de consciencia, muy por el contrario. Si el precio de la paz fuese estar menos consciente, y el precio de la quietud fuese una falta de vitalidad y de alerta, entonces no valdría la pena buscarlas. En este estado de conexión interna, estás mucho más alerta y más despierto que en el estado en que te identificas con tu mente. Estás totalmente presente. Y esto también eleva la frecuencia vibratoria del campo energético que da vida al cuerpo físico.

A medida que profundizas en este ámbito de la no-mente como a veces se le llama en el Oriente percibes el estado de consciencia pura. En ese estado, sientes tu propia presencia con tanta intensidad y tanta alegría que, en comparación, todo pensamiento, toda emoción, tu cuerpo físico y todo el mundo externo se vuelven relativamente insignificantes. Y sin embargo, éste no es un estado egótico, sino desprovisto de ego. Esto te lleva más allá de lo que previamente llamabas "tú mismo". Esa presencia es, en esencia, tú mismo; y al mismo tiempo, inconcebiblemente más grande que tú.

Lo que estoy tratando de transmitir aquí puede parecer paradójico o incluso contradictorio, pero no hay otra forma en que pueda expresarlo.

En lugar de "observar al pensador", también puedes crear una brecha en el flujo de pensamientos, con sólo dirigir el foco de tu atención al Ahora. Tan sólo toma intensa consciencia del momento presente. Esto es algo que resulta muy satisfactorio hacer. De esta forma, alejas a la consciencia de la actividad mental y creas una brecha de no-mente en la cual estás enteramente alerta y consciente, pero no estás pensando. Ésta es la esencia de la meditación.

En tu vida cotidiana, puedes practicar esto eligiendo cualquier actividad rutinaria que, normalmente, sea sólo un medio para un fin; y entonces entrégale toda tu atención, de modo que se transforme en un fin en sí misma. Por ejemplo, cada vez que subas y bajes las escaleras en tu casa o lugar de trabajo, pon mucha atención a cada paso, cada movimiento, incluso a tu respiración. Permanece enteramente presente. O bien, cuando te laves las manos, pon atención a todas las percepciones sensoriales que se relacionan con esa actividad: el sonido y tacto con el agua, el aroma del jabón, etcétera. O cuando te subes a tu automóvil, después de cerrar la puerta, ház una pausa de unos pocos segundos y observa el flujo de tu respiración. Toma consciencia de una sensación de presencia, silenciosa pero poderosa. Existe un criterio enteramente seguro para medir tu grado de éxito en esta práctica: el grado de pacificación que sientes en tu interior.

Así pues, el paso más esencial en tu viaje hacia el despertar o iluminación espiritual es éste: aprende a des-identificarte de tu mente.

-

OTROS ENLACES EN LA RED

Wu Wei - El No Hacer
-

OTROS ENLACES EN EL BLOG



Mu-Shin: no-mente o pensar sin pensar

LINK



No hay comentarios:

Biblioteca sobre Chamanismo
Buscador
http://www.google.com/logos/Logo_25blk.gif
con todas las palabras
con la frase exacta
con alguna de las palabras
sin las palabras
Tu búsqueda se
abrirá en una nueva pestaña.