martes, 29 de marzo de 2011

¿QUÉ ES RECAPITULAR?

1 - El estallido de conciencia
2 - El recuerdo del cuerpo
3 - El fracaso del psicoanálisis
4 - Las cadenas del pasado
5 - Rescatando los cuasirecuerdos del otro yo
6 - La promesa
7 - Tapando hoyos negros

En principio hay que precisar que la recapitulación es un acto natural. Todos los seres humanos lo realizan antes de morir. De hecho, es el último acto que los seres vivientes realizan, justo antes de la desintegración de la individualidad que es la muerte.
Recapitulación es recordar, o más precisamente revivir. Es la recuperación corporal de toda experiencia pasada.
En los múltiples relatos de gente que ha estado clínicamente muerta y que por diversas circunstancias ha revivido después de algunos minutos, se narra el hecho de que "veían pasar todo lo que habían vivido". Esto no es tan absurdo: somos porque recordamos. Es nuestra capacidad de asociar y recordar lo que nos da un sentido de identidad individual y continuidad. Es natural que en el momento previo a dejar de ser, recordemos todo aquello que nos permitió ubicarnos como nosotros mismos, a lo largo de toda nuestra vida. Es como el momento en que el yo se despide y disfruta reviviendo por ultima vez lo que en adelante ya no podrá recordar, lo que ya no será mas en modo alguno. Ese repaso vivencial es la recapitulación. Entre esos casos insólitos de resucitados, se sabe también que después de tal experiencia son capaces de apreciar su existencia con un sentido de equilibrio, fuerza y decisión mayor que el que tenían antes. Y no se debe sólo al hecho de ver tan cerca a la muerte, que sin duda nutre la conciencia de vida, sino también al hecho de haber recapitulado aunque fuera parcialmente sus vidas.

Existen en realidad muchos ejercicios de recapitulación. Se puede recapitular enterrado, en cueva, con la ayuda de los árboles, por parejas, en grupo, a través de masajes, o con movimientos físicos, entre muchos otros.
En principio hay que dejar clara la distinción entre ejercicios de recapitulación y recapitulación propiamente dicha. No son lo mismo. Los ejercicios de recapitulación tienen la facultad de llevarnos a la recapitulación, pero no son la recapitulación en sí. De hecho la recapitulación, cuando se produce, la realiza el cuerpo sin una metodología o pasos específicos, tiene una dinámica propia de acuerdo a la manera en que nuestro cuerpo se maneja como campo de energía. Existen incluso situaciones en las que personas, por medio de algún traumatismo físico o alguna situación de crisis, pueden experimentar momentos de recapitulación espontánea, sin que sepan lo que les ocurre.



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El estallido de conciencia

En la obra de Castaneda se plantea que, una vez que el cuerpo ha completado su recapitulación final, se produce un estallido de conciencia total, que dura únicamente el instante previo a la muerte definitiva, lo que él llama el momento en que el águila consume la conciencia del que muere. Por sólo un instante, merced a la
recapitulación y en el momento de morir, somos conciencia pura.
Los acechadores tienen un interés muy activo en esa superconciencia que se deriva de la recapitulación y se plantean una pregunta: ¿Por que esperar al momento de morir para realizar la recapitulación? ¿Por que no recapitular antes y aprovechar esa superconciencia para engrandecer la vida?
Precisamente por lo anterior la recapitulación es la técnica base del acecho.
El hallazgo de la recapitulación como medio de liberación y desarrollo de la conciencia tiene un valor realmente universal. No es simplemente cosa de brujos, acechadores o seres extraños. Y no lo es sencillamente porque todos vamos a morir y todos vamos a recapitular. Los efectos de la recapitulación son demasiado contundentes como para dejarlos de lado.

El recuerdo del cuerpo

Recapitular no es recordar. De hecho la recapitulación es el no-hacer de la memoria. Y es que mientras los recuerdos son cosa mental, de pensamientos, la recapitulación es una memoria sensible que tiene más que ver con los sentimientos. Cuando recordamos, es nuestro ego el que recuerda por medio del diálogo interior, al que añadimos imágenes.
En la recapitulación en cambio, es el cuerpo el que recuerda y lo hace sintiendo, liberando los sentimientos que tiene almacenados.
La mayor parte de la gente tiene un gran apego a su pasado, y esto es muy natural si se toma en cuenta que el pasado es el soporte básico con que el ego se justifica a sí mismo. El pasado determina lo que somos y por él nos sentimos justificados a seguir comportándonos como lo hacemos normalmente, aunque sepamos que no nos hace bien. Pasamos gran parte de nuestro tiempo recordando el pasado.
Sólo que no nos percatamos de que cuando recordamos lo que nos pasó, en realidad no estamos recordando eso, sino el discurso que elaboramos respecto de lo que nos pasó. No recordamos hechos, sino interpretaciones. No somos capaces de saber lo que realmente hemos hecho y nos ha pasado porque estamos demasiado ocupados en repetirnos una historia mítica que el ego ha desarrollado para justificarse a sí mismo, en su intento por dotarse de sustancia.
No obstante lo anterior, la conciencia de lo que hemos vivido y hecho no está del todo perdida. Tenemos una memoria alternativa escondida en la conciencia del otro yo, que no tiene nada que ver con las interpretaciones del ego y es posible llegar a ella.
La recapitulación es un fenómeno corporal que tiene lugar en la totalidad de nuestro ser que recuerda, reviviendo sensiblemente los sentimientos implicados en los eventos que se recapitulan. La información que surge de ella, generalmente no concuerda con la información que nuestra memoria ordinaria -la mental- nos aporta de nuestra propia existencia.

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El fracaso del psicoanálisis

No es extraño que cuando se habla de recapitulación, la gente que no lo ha practicado y que se considera culta, inmediatamente pretenden asociar recapitulación con psicoanálisis. Algunos dicen: "... Ah sí, yo ya recapitulé durante tres años con mi psicoanalista..." y secretamente se preguntan "quién sabe porqué no he cambiado..." La realidad es que recapitulación y psicoanálisis son prácticas del todo distintas. La primera viene del lado izquierdo de la conciencia y la segunda del derecho. La primera la hace el cuerpo y la segunda el diálogo interno. La recapitulación es revivir vivencias, el psicoanálisis es pensar y hablar de un discurso que elaborarnos y al que llamamos pasado. En el psicoanálisis el ego del paciente, de tanto hablar de sí mismo, tiende cada vez más a creerse lo que platica y merced a tanta justificación de sí, el ego se afianza más en su posición de dominador de la totalidad de la persona. Naturalmente esto satisface el ego del analista que -al obtener el comportamiento prescrito para el paciente- siente que de verdad es un analista y que no fue inútil asistir a la universidad; por otro lado los honorarios por una terapia tan larga no son nada despreciables. Resultado: un paciente que después de años sigue siendo paciente, sólo que ahora, no obstante seguir padeciendo sus mismas miserias existenciales, es capaz de explicar con toda precisión porqué es así o asá o la causa de sus problemas. Aunque siga siendo incapaz de resolverlos, incapaz de cambiar.
Si ya tenemos claro que recapitular no es recordar y que es nuestro cuerpo y no nuestra mente la que lo lleva a cabo, podemos entonces hablar de los efectos de la recapitulación. Podemos hablar de la conciencia, de la liberación personal y del incremento de nuestra energía.

Las cadenas del pasado

¿Por qué ocuparse del pasado cuando lo que realmente nos compete es el presente? ¿No se nos ha insistido en vivir el aquí y ahora? Estas preguntas nos ponen de cara a un aspecto muy importante de la recapitulación; ella no se ocupa de un pasado que ocurrió y se fue, sino que sigue vigente en el momento actual, es un proceso que se encuentra registrado en nuestra persona presente y que de hecho está determinando todo cuanto somos y hacemos, nuestra manera de pensar, las cosas que se nos facilitan y las que nos son imposibles, las que deseamos y las que ni siquiera imaginamos, nuestros puntos fuertes y debilidades, la gente que nos atrae y la que evitamos, nuestro modo de vestir, nuestro modo de amar y experimentar afectos, en fin, todas esas características que quedan comprendidas en "lo que yo soy" y "la forma en que vivo".
Por lo anterior, recapitular no es ocuparse de algo que ya se fue, sino de algo que está operando de una manera contundente y comúnmente inevitable en cada instante de nuestra vida presente. Aquí y ahora cada persona está atada a otras personas, a un sinnúmero de lugares, objetos y situaciones que no se ven a simple vista. Todas esas ataduras, son en realidad filamentos de la propia luminosidad que dejamos enganchados a lo largo de nuestra vida. Por eso, cuando queremos movernos, cambiar, intentar o emprender algo realmente nuevo, no podemos. Arrastramos todos esos filamentos enganchados como un enorme peso que nos mantiene fijos en nuestras viejas rutinas, nuestro viejo modo de vivir. Cambian las personas con las que interactúo, pero los acontecimientos se repiten.
De lo anterior se desprende que la recapitulación es también una puerta de liberación. Si soy capaz de conocer directamente, sin interpretaciones, de qué manera se formó mi ego, a que cosas renuncié, qué promesas del pasado arrastro secretamente, cómo es que llegué a creer que soy lo que creo que soy; si soy capaz de percatarme que mi ego es realmente la descripción que elaboré en etapas pasadas de mi vida y que por tanto no es tan real ni tan definitivo como siempre creí; entonces, eso significa que soy capaz de cambiar, que no estoy condenado por esa burda historia a la que llamo mi pasado. Técnicamente, esto significa que si conozco cuáles son las rutinas estructurales de mi vida, tengo entonces la información necesaria para establecer los no-haceres más apropiados para desestructurarlas, para borrar mi historia personal. Puedo elegir cómo ser y cómo vivir. Puedo elegir en qué clase de mundo vivir. Puedo abandonar la repetición y el aburrimiento para elegir en su lugar la magia, el asombro y la alegría.

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Rescatando los cuasirecuerdos del otro yo

Cuando en "El Don del Aguila", Castaneda se refiere a "Los Cuasirecuerdos del Otro Yo" la mayoría de los lectores se imaginan que tal asunto -si existe- será solamente cosa de brujos, lejano por completo de la experiencia del hombre común. En esa obra Carlos Castaneda nos relata cómo, después de enormes esfuerzos, logra recuperar la memoria de larguísimas cadenas de eventos ocurridos en el estado de conciencia acrecentada, los cuales no habían tenido lugar en absoluto de acuerdo a su memoria ordinaria. Esas vivencias no se encontraban registradas en la memoria ordinaria de Castaneda, sino que las había olvidado por completo, aún cuando quedaron registradas en la conciencia del otro yo. Sólo mediante un gran esfuerzo pudo él recuperar esos cuasirecuerdos del otro yo. Una vez que lo hizo, le provocó una conmoción enorme el recordar la magnitud de los eventos ocurridos, cuyo peso había sido tan definitivo en su vida que no podía menos que preguntarse estupefacto ¿cómo pude haber olvidado algo tan tremendo?
La realidad es que todos los seres humanos tenemos nuestros propios cuasirecuerdos del otro yo, que no se refieren obviamente a experiencias con brujos en el estado de conciencia acrecentada, sino que se refieren a experiencias que fueron tan definitivas en nuestra vida, que como en el caso de Castaneda, el único alivio a lo que allí confrontamos fue olvidarlas por completo. Y es que sucede que cuando el ego topa con algo que no encaja con su propia descripción del mundo o de sí mismo, el hecho le resulta tan traumático que sencillamente lo descarta por completo o lo sustituye por alguna explicación o discurso. Es por ello que aquéllos que realizan la recapitulación y recuerdan lo que realmente vivieron se topan con la misma perplejidad de Castaneda ¿cómo pude olvidar algo así? Ese olvido es posible porque lo que allí ocurrió no quedó registrado en la memoria ordinaria sino en la memoria paralela del otro yo, cuyo reporte de nuestra existencia resulta bien distinto del reporte de nuestro ego. En alguna parte de nuestro cuerpo como campo de energía se esconden nuestros cuasirecuerdos del otro yo. En ellos encontraremos los mecanismos vigentes que nos cierran el paso hacia muchas de las experiencias que anhelamos, pero que parecen fuera de nuestro alcance. Encontraremos por ejemplo las promesas.

La promesa

Castaneda nos da un sencillo y contundente ejemplo de lo que es "la promesa" cuando en "Una Realidad aparte" Don Juan lo fuerza a recordar una promesa que estaba olvidada en su memoria ordinaria, pero que seguía teniendo un gran peso en su vida. Se trata de la historia del niñito "con nariz de botón".
El pequeño Carlos tuvo que librar una enorme batalla contra los otros niños de su infancia. El tipo de batalla que tienen que librar muchos niños contra la crueldad y la burla de sus compañeros. En esas batallas se determina quiénes son los fuertes y quiénes los débiles. Con grandes esfuerzos, el pequeño Carlos logró sobreponerse y convertirse en victorioso. Era uno de los fuertes, de los que se burlaban y dominaban a los otros. Una de sus víctimas favoritas era Joaquincito, un pequeñín de primer año con el que Carlos se ensañaba especialmente, sin estar plenamente consciente de ello, a pesar de lo cual el pequeño Joaquín le tenía una gran admiración y lo seguía a todas partes. En una ocasión la broma fue demasiado lejos; Carlos hizo caer un pesado pizarrón de caballete sobre su pequeño admirador y el golpe le rompió un brazo. El impacto de ver al pequeño Joaquincito en el suelo, mirándolo con ojos asustados y llorosos, con su bracito destrozado y sin entender lo que había ocurrido, fue tan brutal que Carlos prometió internamente que si Joaquincito se curaba, él nunca volvería a ser victorioso. Hasta el encuentro con Don Juan, durante toda su vida Carlos arrastró, sin saberlo, con el peso de esa promesa.
Todos tenemos en realidad nuestras "promesas", escondidas en alguna parte de nuestro ser. Descubrirlas, conocerlas, es también la oportunidad de decidir si tales promesas tienen vigencia todavía o las hemos honrado lo suficiente y podemos por tanto renunciar a ellas. La recapitulación es el medio conveniente para recuperar la conciencia de las promesas de nuestras vidas, para reencontrarnos con nuestros cuasirecuerdos del otro yo. Es la oportunidad de saber verdaderamente quiénes somos.

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Tapando hoyos negros

El incremento de la energía es el más importante efecto de la recapitulación. A lo largo de nuestra vida, en las múltiples interacciones que tenemos con otros seres humanos, experimentamos momentos dolorosos en que perdemos porciones completas de nuestra luminosidad.
Particularmente en las situaciones en que se produce un fuerte intercambio emocional, experimentamos gran pérdida de energía, partes completas de nosotros mismos se quedan en el camino. Después de tales sucesos ya nunca volvemos a sentirnos completos, sentimos secretamente que nos falta algo, aunque seamos incapaces de comprender qué. En palabras de Don Juan diríamos que en tales situaciones, al huevo luminoso del individuo se le forman "agujeros" que serán a lo largo de toda su vida puntos por donde seguirá drenando y desperdiciando energía, además de restarle equilibrio y poder. Y es completamente cierto el que esos huecos de energía desprendida operan como un constante drenaje, lo que se expresa en la vida de la gente común en la tendencia repetitiva a continuar ejecutando los haceres desgastantes que se iniciaron a partir de la vivencia dolorosa de un fuerte intercambio emocional, esto es; a partir de la formación de uno de esos hoyos.
Uno de los ejemplos más comunes de lo anterior es la separación de los amantes. El que es abandonado siente que pierde una parte de sí mismo. Lo llega a sentir como un dolor físico, como un hueco que le queda a la altura del vientre. Esta no es en realidad una alegoría, sino que de hecho, el amor posesivo de nuestras sociedades occidentales, produce tal enganchamiento de filamentos luminosos que, al producirse la separación, necesariamente alguien sale mutilado y probablemente no se volverá a sentir completo por el resto de su vida. Pero así como poco sabemos del amor por estar tan ocupados con la propiedad, así también poco sabemos de la vida por no ocuparnos de la muerte. Estamos tan mal preparados para saber de la muerte que cuando esta se presenta se pueden producir desgarramientos similares a los de la separación de los amantes.
La recapitulación permite la recuperación de la energía perdida a lo largo del camino. Es el medio para tapar los agujeros en nuestra luminosidad. Pero así como dejamos jirones de energía en que nos quedamos atados a momentos, lugares y situaciones del pasado, así también otras personas dejaron parte de su ser en nosotros. Nos dejaron su marca y por su marca pueden usurpar nuestro tiempo y espacio sin importar que estén cerca o lejos, vivas o muertas. Es por ello que en muchas situaciones yo, no soy yo, sino que soy alguien más. Soy mi padre, mi madre, mi maestro de la infancia, mi mejor amigo de antaño, mi antigua amante o alguien más. Así como perdí partes de mi ser, cargo conmigo partes que me son ajenas, y que me estorban para vivir a plenitud. Don Juan decía que los filamentos (de luminosidad) ajenos, son la base de nuestra capacidad de sentirnos importantes.
El desprendimiento de esos fragmentos incorporados secretamente a nuestro ser se logra también con la recapitulación.


Fuentes:

Victor Sanchez
"Las enseñanzas de Don Carlos"

OTROS ENLACES EN LA RED

Victor Sánchez: "Las enseñanzas de Don Carlos"
de la pagina 33 a 42 

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