martes, 8 de marzo de 2011

LA REALIDAD NO ORDINARIA

LA REALIDAD NO ORDINARIA

1. Dos aspectos de la realidad
2. Percibir otra realidad
3. El tonal y el nagual
4. La isla del tonal
5. El susurro del nagual
6. El camino del guerrero



"Desde el momento de nacer sentimos que hay dos partes en nosotros. A la hora de nacer, y luego por algún tiempo después, uno es todo nagual. En ese entonces, nosotros sentimos que para funcionar necesitamos una contraparte a lo que tenemos. Nos falta el tonal, y eso nos da, desde el principio, el sentimiento de no estar completos. A esas alturas el tonal empieza a desarrollarse y llega a tener una importancia tan absoluta para nuestro funcionamiento, que opaca el brillo del nagual, lo avasalla; y así nos volvemos todo tonal. Desde el momento en que uno se vuelve todo tonal, no hacemos otra cosa sino aumentar esa vieja sensación de estar incompletos; esa sensación que nos acompaña desde el momento de nacer y que nos dice constantemente que hay otra parte de nosotros que nos haría íntegros."

Los brujos nos hacen ver que la total naturaleza de la realidad es diferente a nuestro concepto de ella, o sea lo que nos han enseñado a creer que es la realidad. Intelectualmente estamos dispuestos a jugar con la idea que la cultura predetermina nuestra existencia, nuestra conducta, lo que estamos preparados para aprender y lo que podamos sentir. Pero no estamos dispuestos a corporizar esta idea, aceptarla como una propuesta práctica y concreta, y la razón es que no queremos aceptar que la cultura también predetermina lo que somos capaces de percibir.
Los brujos saben que la realidad o el mundo tal y como lo conocemos, consiste apenas de un acuerdo extraído a cada uno de nosotros. Se podría hacer que ese acuerdo se derrumbe dado que es apenas un fenómeno social, y cuando se derrumba todo el mundo se derrumba con él.
Los brujos derriban los parámetros de la percepción socialmente determinada, y para comprender lo que quieren decir con eso, uno debe convertirse en un practicante, uno debe comprometerse, uno debe prestar la mente tanto como el cuerpo. Debe ser una rendición consciente y sin miedo.

Un principio básico en el chamanismo es que existen dos realidades y que la percepción de cada una de ellas depende del estado de conciencia del individuo. Por lo tanto, aquellos que se encuentran en un "estado de conciencia ordinario" perciben sólo la "realidad ordinaria". Aquellos que se encuentran en el "estado de conciencia chamánica" son capaces de entrar y percibir la "realidad no ordinaria". Se les llama realidades a ambas porque la experiencia de cada una es empírica. Se reconoce que cada una de ellas tiene sus propias formas de conocimiento y relevancia para la existencia humana.
La realidad no ordinaria no es una realidad consensual e indudablemente, si lo fuera, los chamanes no tendrían función alguna, ya que su responsabilidad es alterar su estado de conciencia y percibir lo que otros no pueden percibir. Una de las características que distingue al chamán es la capacidad de moverse a gusto entre ambas realidades con disciplina y propósito para sanar y ayudar a los demás.

Un principio corolario es que las formas individuales que se encuentran en la realidad no ordinaria son reales en sí. Se les llama "espíritus" y el practicante chamánico los considera reales porque interactúa con ellos. Esta interacción implica percepción directa con todos los sentidos. En otras palabras, para el practicante chamánico la existencia de los espíritus no es una creencia ni una hipótesis, sino un hecho empírico. En la realidad no ordinaria los chamanes ven, tocan, huelen y oyen a los espíritus; para ellos son tan reales como los seres humanos con quienes interactúan en la realidad ordinaria. A medida que desarrolla su trabajo, el chamán va descubriendo cuáles de los entes que ha encontrado son de ayuda personal o espíritus tutelares que ofrecen ayuda milagrosa para sanar y predecir.
"La primera verdad dice que el mundo es tal como parece y sin embargo no lo es. No es tan sólido y real como nuestra percepción nos ha llevado a creer, pero tampoco es un espejismo. Nosotros percibimos. Pero lo que percibimos no es un hecho del mismo tipo, porque aprendemos qué percibir"
Dos aspectos de la realidad

La realidad es una, pero tiene dos aspectos diferentes: el tonal y el nagual.
El tonal es la realidad que podemos percibir con los sentidos y se asocia con la razón y el habla; con el lado derecho; con el primer anillo de poder, y con la llamada primera atención, la atención de nuestra mente racional.
La otra realidad es el nagual que se asocia con la voluntad y los actos; con el lado izquierdo; con el segundo anillo de poder, y con la llamada segunda atención. Esta segunda atención es con la que percibimos esa otra realidad que no tiene forma, y que no se puede describir, sino simplemente atestiguar.

Estos dos aspectos de la realidad, también están presentes en el ser humano, y ambos conforman un todo. Sin embargo, el hombre corriente usa solo una parte de su totalidad: el tonal. El hombre corriente, sin proponérselo, realiza un gran acto de "brujería" que consiste en elaborar, con la razón, un maravilloso y complejo mundo de ideas a las que él interpreta como la única realidad.

Transformar el mundo energético y de seres luminosos que nos rodea en un mundo de "objetos sólidos" es una labor descomunal de "brujería". Pero el hombre corriente se queda ahí y no explora más posibilidades. En cambio el brujo entra en el nagual, lo percibe, usando su voluntad, esa voluntad que se asocia con el sentir, el soñar y el ver. El brujo que entra en el nagual ve las fuerzas de la Naturaleza, y lo que hace es seguir esas fuerzas, ir a favor de ellas, a diferencia del hombre corriente, que se opone a ellas. Y ese brujo no se apoya en razonamientos, sino en actos.

Cuando nace y cuando muere, el ser humano lo hace con su totalidad, ¿por qué entonces no vivir plenamente con nuestra totalidad si hemos de morir con ella?

Desde el momento de nacer el niño está siendo enseñado por "innumerables maestros". Todas las personas que se ponen en contacto con él, desde sus padres y parientes hasta compañeros de colegio, vecinos, etc., son maestros que le están dando constantemente una descripción del mundo, le están diciendo cómo es el mundo, y él va aceptando poco a poco esa descripción. Si no la acepta del todo pueden venir los llamados problemas de adaptación. Pero lo importante de esto es saber que nuestra idea del mundo no es más que una descripción. Tenemos una, pero podríamos tener otra diferente. De hecho, cada persona tiene su propia imagen del mundo, aunque hay una que predomina socialmente, que prevalece, por simple consenso tácito de la mayoría. Lo importante de esto es tomar conciencia de que, en realidad, no sabemos cómo es el mundo; aceptamos una descripción de él, pero el mundo no es así, simplemente: nosotros lo vemos así. Cualquier descripción del mundo que nos hagamos la hacemos con la razón, que está asociada al habla, que percibe la forma de las cosas, pero no su esencia.

El hombre corriente sólo mira, pero no ve. El brujo y el hombre de conocimiento ven. Por ejemplo, el ser humano es una especie de huevo luminoso para alguien que ve. Nuestra esencia como seres es la luz, somos seres luminosos, pedacitos de sol, y para un brujo aparecemos así.
Este ver -o clarividencia- lo poseía por ejemplo el sabio y médico Paracelso, quien veía la naturaleza oculta de las plantas y de los minerales, y podía ver sus propiedades curativas. Este ver implica un conocimiento y un contacto con la Naturaleza, que es en definitiva lo que caracteriza al brujo y al hombre de conocimiento.
Por ello Don Juan hablaba con las plantas, hablaba con los animales... Porque todo está vivo, y esta es también una de las premisas de la verdadera magia.

Cuando una persona logra ponerse en contacto con los espíritus, ya no necesita ningún maestro en la realidad ordinaria, ya que los espíritus le facilitan las respuestas. Los auténticos maestros del chamán le instruyen dentro de la realidad no ordinaria. No existe ninguna autoridad superior.



















Percibir otra realidad

El chamanismo, básicamente, es la habilidad de percibir más de lo que está asignado por el mundo en el cual hemos nacido. Los chamanes intentan expandir la percepción y tienen ciertas técnicas: ensoñar, acechar, técnicas para "observar". Todas ellas conducen al desplazamientos del punto de encaje y llegar al desapego de las posesiones del mundo cotidiano, para ser capaces de percibir más.

¿Cómo puedes percibir otra realidad si solamente estás entregado a percibir ésta? Es una contradicción. No se puede hacer. Tienes que soltar.
Es como el mono que tiene su puño dentro de una botella y está agarrando un puñado de nueces. No puede sacar el puño. Está atrapado ahí, pero si suelta lo que está agarrando, puede sacar su mano de la botella y liberarse. Así que los chamanes sueltan sus posesiones, ese manojo de nueces al cual todos estamos aferrados, y que consiste en las expectativas que tenemos con respecto a nosotros mismos y lo que nos enseñaron sobre cómo es el mundo.
Tú sueltas eso y por el mismo hecho de soltar, otra cosa entra, otra cosa ingresa suavemente. Y, eso es lo que hacen los chamanes.

Decididamente, puedo decir que tener energía, estar energéticamente vivos, ser capaces de utilizar el cuerpo energético, tener una alternativa, estar claros, sobrios, es definitivamente mejor, superior, que estar siempre en un estado de letargo, de confusión, de desilusión, o de picos extáticos y luego profundas depresiones, o el sentimiento de estar atrapados, que muchas personas tienen con respecto a sus trabajos. Ellos sólo pueden escapar haciendo rafting en el río Colorado.
Los chamanes dicen: no te limites a esa clase de escape o a las drogas o a lo que sea, fumar cigarrillos, o sexo. Estas son formas de escapar a las limitaciones de nuestra vida cotidiana.

Los chamanes dicen: no aceptes sólo las migas. Toma todo. Ellos son tan codiciosos como pueden serlo. Ellos quieren estar vivos con la totalidad de sí mismos. Y todo el mundo tiene ese potencial, tiene la oportunidad.
Entrevista a Taisha Abelar para Radio KPFK


El tonal y el nagual

Don Juan usa el término tonal para hablar del mundo conocido -parte derecha- o de la razón, y el término nagual con dos acepciones, una que se refiere a la parte izquierda -de la "otra realidad", de la percepción, la contraparte del tonal- y otra que se refiere al nombre que se le da al hombre de conocimiento, el líder de un grupo de guerreros al que se le nombra "el nagual", como lo fue Don Juan en su grupo, o Elías y el propio Castaneda.

Don Juan nos enseña que hay dos partes en nosotros. A la hora de nacer y por algún tiempo después, somos todo "nagual". Luego nuestra percepción comienza a desarrollarse al reconocer los objetos y aprender sus nombres (todas las personas que nos rodean son nuestros maestros). Así, se va configurando el tonal , que es todo aquello de lo que se puede describir con el lenguaje. Cuando nos integramos totalmente en el mundo de los hombres se puede decir que somos todo "tonal" y, por tanto, que nos olvidamos de nuestro origen. No obstante, en todos nosotros hay una sensación de estar incompletos. Las "enseñanzas toltecas" describen el tonal como una isla, aclarando que cualquier descripción que hagamos del tonal, es una descripción que hace el tonal de sí mismo. El tonal pone orden en el mundo, hace el mundo según unas reglas que él mismo se inventa (y que luego defiende) aunque, como dice Don Juan, es un creador que no crea nada, ya que lo única fuente de creación es el nagual. A partir del momento en que somos todo tonal empezamos a establecer dualidades o polaridades y, aunque sentimos nuestros dos lados (el tonal y el nagual), siempre los representamos con objetos del tonal: por ejemplo, hablamos del cuerpo y el alma, de la mente y la materia, del bien y el mal, de Dios y del Diablo... Pero la sensación de estar incompletos no nos abandona nunca. Por eso "el camino del guerrero" pasa por el hecho de ser conscientes de que además del tonal existe el nagual.

Para Don Juan el tonal nace con el hombre y muere con él; el nagual es la otra parte del hombre que siempre está ahí, antes, durante y después. El tonal es el mundo que se urde con la razón; el nagual es el mundo del poder, donde lo único que puede hacer el hombre es atestiguar.
El camino del guerrero es armonía: la armonía entre las acciones y las decisiones, al principio, y luego la armonía entre el tonal y el nagual.

El tonal es el organizador del mundo. El hombre común lo llama realidad, racionalidad, sentido común. Quizá la mejor forma de describir su obra monumental, es decir que en sus hombros descansa la tarea de poner en orden el caos del mundo. no es un absurdo sostener, como lo hacen los brujos, que todo cuanto sabemos y hacemos como hombres, es obra del tonal.
El tonal es todo cuanto conocemos, y eso no sólo nos incluye a nosotros, como personas, sino a todo lo que han en nuestro mundo. Puede decirse que el tonal es todo cuanto salta a la vista.
Lo empezamos a cuidar desde el momento de nacer. En el instante en que tomamos la primera bocanada de aire, también ese mismo aire es poder para el tonal. Así que, es muy apropiado decir que el tonal de un ser humano está ligado íntimamente a su nacimiento.

El nagual es la parte de nosotros mismos con la cual nunca tratamos, lo mágico, lo misterioso. El reino cuya llave es la voluntad.
Al comienzo, uno tiene que hablarle al tonal. El tonal es el que debe ceder el control. La tarea es entonces convencer al tonal de que se haga libre y fluido.
Una vez que el hombre ha sido empujado y su tonal se encoge, su nagual, si es que ya está en movimiento, por más pequeño que sea este movimiento, toma las riendas y realiza hazañas extraordinarias.

Tu tonal debe convencerse con razones, tu nagual con acciones, hasta que cada uno apuntale al otro. Como te he dicho, el tonal gobierna, pero así y todo es muy vulnerable. El nagual, en cambio, nunca, o casi nunca, actúa; pero cuando lo hace, aterra al tonal.

Cuando estés en el mundo del tonal, debes ser un tonal impecable; ahí no hay tiempo para asuntos irracionales. Pero cuando actúes en el mundo del nagual, también debes ser impecable; ahí no hay tiempo para asuntos racionales.

El hombre renunció al conocimiento silencioso del nagual por el mundo de la razón del tonal. Cuando más se aferra al mundo de la razón, más tenue se vuelve su conocimiento silencioso.
Sólo puede llegarse a la totalidad de uno mismo cuando uno tiene bien entendido que el mundo es simplemente una visión, sin importar que esa visión pertenezca a un hombre común o a un brujo.

No hay modo de llegar a la explicación de los brujos a menos que uno haya usado voluntariamente el nagual, o mejor dicho, a menos que uno haya usado voluntariamente el tonal para dar sentido a las propias acciones que uno ejecute en el nagual. Otra manera de aclarar todo esto es decir que la visión del tonal debe prevalecer si uno quiere usar el nagual como lo usan los brujos.



El camino del guerrero es armonía: la armonía entre las acciones y las decisiones, al principio, y luego la armonía entre el total y el nagual.
Al guerrero se le debe enseñar a estar totalmente vacío antes de que pueda siquiera concebir el ser testigo del nagual.
Hay que barrer la isla del tonal y mantenerla limpia. Es la única alternativa que tiene el guerrero. una isla limpia no ofrece resistencia; es como si allí no hubiera nada.
El tonal es el organizador del mundo. El hombre común lo llama realidad, racionalidad, sentido común. Quizá la mejor forma de describir su obra monumental, es decir que en sus hombros descansa la tarea de poner en orden el caos del mundo. no es un absurdo sostener, como lo hacen los brujos, que todo cuanto sabemos y hacemos como hombres, es obra del tonal.

El tonal es todo cuanto conocemos, y eso no sólo nos incluye a nosotros, como personas, sino a todo lo que han en nuestro mundo. Puede decirse que el tonal es todo cuanto salta a la vista.

Lo empezamos a cuidar desde el momento de nacer. En el instante en que tomamos la primera bocanada de aire, también ese mismo aire es poder para el tonal. Así que, es muy apropiado decir que el tonal de un ser humano está ligado íntimamente a su nacimiento.

Debes recordar este punto, Es de gran importancia para entender todo esto.

El tonal empieza en el nacimiento y acaba en la muerte.

El nagual es la parte de nosotros mismos con la cual nunca tratamos, lo mágico, lo misterioso. El reino cuya llave es la voluntad.

¡El hombre es sólo mente!

Al comienzo, uno tiene que hablarle al tonal. El tonal es el que debe ceder el control. La tarea es entonces convencer al tonal de que se haga libre y fluido.

Una vez que el hombre ha sido empujado y su tonal se encoge, su nagual, si es que ya está en movimiento, por más pequeño que sea este movimiento, toma las riendas y realiza hazañas extraordinarias.

Tu tonal debe convencerse con razones, tu nagual con acciones, hasta que cada uno apuntale al otro. Como te he dicho, el tonal gobierna, pero así y todo es muy vulnerable. El nagual, en cambio, nunca, o casi nunca, actúa; pero cuando lo hace, aterra al tonal.

Cuando estés en el mundo del tonal, debes ser un tonal impecable; ahí no hay tiempo para asuntos irracionales. Pero cuando actúes en el mundo del nagual, también debes ser impecable; ahí no hay tiempo para asuntos racionales.

El hombre renunció al conocimiento silencioso del nagual por el mundo de la razón del tonal. Cuando más se aferra al mundo de la razón, más tenue se vuelve su conocimiento silencioso.

Sólo puede llegarse a la totalidad de uno mismo cuando uno tiene bien entendido que el mundo es simplemente una visión, sin importar que esa visión pertenezca a un hombre común o a un brujo.

No hay modo de llegar a la explicación de los brujos a menos que uno haya usado voluntariamente el nagual, o mejor dicho, a menos que uno haya usado voluntariamente el tonal para dar sentido a las propias acciones que uno ejecute en el nagual. Otra manera de aclarar todo esto es decir que la visión del tonal debe prevalecer si uno quiere usar el nagual como lo usan los brujos.

Tu razón tal vez incluso admita, a estas alturas, que hay otro centro de ensamble: la voluntad, a través de la cual es posible juzgar, calcular y utilizar los extraordinarios efectos el nagual. Podemos reflejar al nagual a través de la voluntad.

El último trozo de la explicación de los brujos dice que la razón no hace sino reflejar un orden externo, y que la razón no sabe nada de ese orden; no puede explicarlo, como tampoco puede explicarlo el nagual. La razón solo puede atestiguar los efectos del tonal, pero jamás podría comprenderlo o deshilvanarlo. El hecho mismo de que estemos pensando y hablando indica que hay un orden que seguimos sin siquiera saber como lo hacemos, o cuál es el es orden ese.

Un guerrero no debe dejar nada librado al azar, un guerrero es realmente capaz de alterar el curso de los sucesos, valiéndose

del poder de su voluntad y de la inflexibilidad de su propósito.



La isla del tonal

Don Juan dice que todos los seres humanos tenemos dos entidades distintas que forman una unidad, el tonal y el nagual. El tonal es el que "construye" el mundo de objetos e ideas en el que vivimos; existe un tonal para cada uno de nosotros y un tonal para el tiempo, para cada época. El tonal es todo cuanto somos e imaginamos y se conforma por una descripción del mundo. El tonal crea "las reglas" por las cuales se percibe o "construye" al mundo en un sentido figurado.

El nagual es la parte de nosotros mismos y el mundo que nunca conoceremos y mucho menos por medio de la razón. El nagual es la parte donde radica el "poder", lo innombrable. La Toltequidad divide al mundo en tres partes: lo que se conoce, lo que se desconoce, lo que se desconoce pero se puede conocer y lo que jamás conoceremos (el nagual, el poder mismo).
Por su parte, López Austín, en "Cuerpo humano e ideología", dice: "Lo anterior sugiere que, así como el uso de la mano derecha estaba ligado a las actividades cotidianas, sobre todo las que exigían destreza, la izquierda se ligaba en forma más estrecha al mundo de lo sobrenatural."

Don Juan le explica a Castaneda que el hombre usa una pequeña porción de su totalidad; sin embargo, cuando muere, lo hace con toda su totalidad; entonces pregunta: ¿Por qué no vivir plenamente con toda nuestra totalidad si hemos de sucumbir con ella?

Muchos lectores de Castaneda han buscado la puerta falsa del nagual a través de la comodidad de las drogas o en la frivolidad de lo "snob": "buscar el camino" en lo desconocido. Don Juan es claro y reiterativo respecto a que lo primero en que debe trabajar un aprendiz es en "barrer su isla del tonal". Uno no puede entrar al nagual si no tiene cierto dominio sobre el mundo cotidiano y su propia persona.
El tonal es muy delicado, y los hombres comunes usan toda su capacidad en lastimar y deformar a su tonal. El tonal se deteriora muy fácilmente; los vicios, la comodidad y los abusos son elementos con los que hacemos esta tarea.
Hay tonales fuertes y débiles. Cada persona tiene un tonal y éste puede estar en inmejorables condiciones o hecho una desgracia. El aprendiz, a través del camino del guerrero, fortalecerá y hará resistente a su tonal, lo que logrará por medio del escrupuloso cumplimiento de las técnicas que permiten ahorrar energía (tonal viene de "Tonafli", que significa energía).

Don Juan, al hablar de los indios, dice que ellos son "los desafortunados de nuestro tiempo"; que la Caída de ellos se inició desde la llegada de los occidentales, que se dedicaron a destruir no sólo su tonal sino el de su tiempo. La vida se les convirtió en un infierno, pero paradójicamente el rigor de la Conquista y la Colonia "benefició" a los indios que eran hombres de conocimiento, pues éstos, al ver destruido su tonal, se refugiaron en el nagual, y allí los occidentales nunca pudieron entrar; es más, éstos jamás se enteraron de que existiera.
Don Juan le dice a Castaneda, en un momento en que él se encuentra en peligro por el encuentro con el poder, que escriba, porque el "tomar notas de campo" es la única "brujería" que posee en ese nivel de conocimiento.

Don Juan dice que el tonal se debe cuidar; que una lucha dentro del propio tonal es lo más imbécil que le puede pasar a un hombre y que, por desgracia es lo que siempre estamos haciendo.
El camino del guerrero es armonía y equilibrio; entre el nagual y el tonal, ambos se apuntalan a sí mismos, ninguno es ni más ni menos importante que el otro.
Un tonal fuerte y libre es flexible y fluido, puede dejar "operar" al nagual; en la medida que un tonal se fortalece, menos se aferra a sus ideas y hechos y más fácil puede actuar el nagual. Porque lo que concierne al nagual sólo se puede atestiguar con el cuerpo; lo que concierne al tonal sólo con la razón.
Don Juan dice que al tonal hay que convencerlo con razones y al nagual con acciones.





El susurro del nagual

La obsesión de los hombres consiste en ajustar al mundo con las reglas del tonal. El tonal es la base de lo que somos como hombres en este mundo de ideas y objetos "sólidos". El tonal, a través de lo que se llama "el primer anillo de poder", urde el "mundo" con la razón. El tonal debiera ser un "guardia" que protegiera esa parte indispensable de nosotros; sin embargo, el guardia se convierte en "guardián" celoso y exagerado de su tarea que bloquea a la otra parte complementaria de nosotros: el nagual.

El tonal gasta toda la energía que poseemos; en "la isla del tonal" vamos acumulando muchas vanidades, ideas, prejuicios, conceptos y objetos, todos ellos innecesarios. El esfuerzo por sostener las "ideas" de cómo es el mundo, de cómo somos y cómo debieran ser los demás, más el sostenimiento de nuestra compulsivo necesidad de "tener", agota toda la energía de que disponemos. Para "atestiguar" al nagual se necesita tener disponible suficiente energía, y esta energía se obtiene al "limpiar nuestra isla del tonal".

El mundo del nagual y el tonal conforman el ámbito humano; que al primero no lo palpemos y reconozcamos no quiere decir que no exista. Hay muchas religiones antiguas en el mundo que nos hablan, con otras palabras y otros signos, del mundo del nagual y esto se debe a que es un conocimiento milenario y universal del hombre, conocimiento que en los últimos 500 altos ha sido negado por el mundo occidental debido a su limitado y prepotente pensamiento cientificista.

El tonal y el nagual son un par de opuestos complementarios y esta forma de entender el mundo tiene profundas raíces en las culturas mesoamericanas. Lo racional y lo irracional son dos facetas que integran la totalidad del hombre; ninguna es más o menos importante que la otra; por el contrario, son complementarias. Por esto, tal vez, el hombre moderno, producto de la cultura occidental, tiene un leve sentimiento de insatisfacción que se origina en el hecho de no estar completo. Para Occidente lo irracional es algo que debe ser superado y exterminado, pues concibe la superioridad a partir de la razón (el hombre es un animal racional). No obstante, otras culturas en el mundo han desarrollado vías de conocimiento "irracionales" o que no surgen a partir de la razón. La Toltequidad es una de ellas.

Como se ha dicho, el tonal es la base de todo lo que somos y percibimos como hombres. El hombre común debe poseer una "unidad" en la isla del tonal. Sin esa coherencia que le da la unidad, el hombre puede perder el "juicio". La racionalidad del hombre le da equilibrio en su mundo; es, diremos, el instrumento del tonal. Para el hombre común es suficiente vivir con la "mitad" de sus posibilidades; se conforma porque ese mundo es, regularmente, seguro y confortable. Pero el hombre que quiere vivir con la totalidad de sí mismo debe entrar en el peligroso y exhaustivo camino de la Toltequidad o "brujería". Romper la unidad del tonal, su coherencia o racionalidad, si no se hace en una forma cuidadosa, puede poner en serios peligros al ser humano.

El tonal es muy frágil y no admite que le quiten el "control" de la realidad. Aun así, la Toltequidad propone, como camino, abrir y reducir la isla del tonal, pero sin lastimarla o destruirla. Para poder hacer al tonal "flexible y tolerante" debemos liberarlo de todas las "porquerías" que hemos ido recogiendo por la vida y hemos ido depositando en la isla hasta saturarla y, por consiguiente, gastamos toda la energía que poseemos.










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El camino del guerrero

Castaneda recibe conocimientos a través de técnicas prácticas para "barrer" o limpiar la isla del tonal, porque "el camino del guerrero" no es más que la capacitación para ahorrar energía y poder entrar al mundo del nagual. Don Juan le dice a Castaneda que un guerrero no puede andar con lamentos y quejas, porque su vida es un desafío interminable, y no existen formas para que los desafíos sean bonitos o feos, buenos o malos. Los desafíos son sencillamente eso, desafíos. Allí radica la diferencia entre los hombres comunes y los guerreros. Mientras que para los primeros el mundo está lleno de bendiciones o maldiciones, para los segundos es un desafío interminable donde está a prueba su "impecabilidad" y su "desatino controlado".

Al guerrero se le debe enseñar a estar totalmente vacío antes de que pueda siquiera concebir el ser testigo del nagual.
Hay que barrer la isla del tonal y mantenerla limpia. Es la única alternativa que tiene el guerrero, una isla limpia no ofrece resistencia; es como si allí no hubiera nada.
Un guerrero entiende que tiene muy poco tiempo en la Tierra y que en cualquier instante puede morir; por ello sabe que debe limpiar su isla a través de¡ ahorro de energía para poder entrar a la otra parte de sí mismo, que es el nagual.

El guerrero busca sobre todas las cosas llegar a la totalidad; sabe que sólo hay tiempo para la impecabilidad; lo demás agota su poder, la impecabilidad lo renueva permanentemente.
La impecabilidad consiste en hacer de la mejor forma todo cuanto uno haga; dicho en otras palabras, el ahorro constante y sistemático de la energía, ahorro constante que se acumula y allí radica el "poder personal".

El último trozo de la explicación de los brujos dice que la razón no hace sino reflejar un orden externo, y que la razón no sabe nada de ese orden; no puede explicarlo, como tampoco puede explicarlo el nagual. La razón solo puede atestiguar los efectos del tonal, pero jamás podría comprenderlo o deshilvanarlo. El hecho mismo de que estemos pensando y hablando indica que hay un orden que seguimos sin siquiera saber como lo hacemos, o cuál es el es orden ese.
Tu razón tal vez incluso admita, a estas alturas, que hay otro centro de ensamble: la voluntad, a través de la cual es posible juzgar, calcular y utilizar los extraordinarios efectos del nagual. Podemos reflejar al nagual a través de la voluntad.

Un guerrero no debe dejar nada librado al azar, un guerrero es realmente capaz de alterar el curso de los sucesos, valiéndose del poder de su voluntad y de la inflexibilidad de su propósito.
Y para ser conscientes del nagual los antiguos guerreros toltecas desarrollaron tres grandes técnicas:

El arte del acecho.
El arte del ensueño.
La maestría del intento.





Don Juan me explicó que a la primera atención se le ha enseñado a moverse instantáneamente a través de todo un espectro de "las emanaciones del Águila", sin poner el menor énfasis evidente en ello, a fin de alcanzar "unidades perceptuales" que todos nosotros hemos aprendido que son perceptibles. Los videntes llaman "desnatar" a esta hazaña de la primera atención, porque implica la capacidad de suprimir las emanaciones superfluas y seleccionar cuáles de ellas se deben enfatizar.


Don Juan explicó este proceso tomando como ejem­plo la montaña que veíamos en ese momento. Sostuvo que mi primera atención, al momento de ver la montaña, ha­bía desnatado una infinita cantidad de emanaciones para obtener un milagro de percepción; un desnate que todos los seres humanos conocen porque cada uno de ellos lo ha logrado alcanzar por sí mismo.

Los videntes dicen que todo aquello que la primera aten­ción suprime para obtener un desnate, ya no puede ser re­cuperado por la primera atención bajo ninguna condición. Una vez que aprendemos a percibir en términos de desnates, nuestros sentidos ya no registran las emanaciones superfluas. Para dilucidar este punto me dio el ejemplo del desnate "cuerpo humano". Dijo que nuestra primera atención está totalmente inconsciente de las emanaciones que componen el luminoso cascarón externo del cuerpo físico. Nuestro ca­pullo oval no está sujeto a la percepción; se han rechazado las emanaciones que lo harían perceptible en favor de las que permiten a la primera atención percibir el cuerpo físico tal como lo conocemos.

Por tanto, la meta perceptual que tienen que lograr los ni­ños mientras maduran, consiste en aprender a aislar las emana­ciones apropiadas con el fin de canalizar su percepción caótica y transformarla en la primera atención; al hacerlo, aprenden a construir desnates. Todos los seres humanos maduros que rodean a los niños les enseñan a desnatar. Tarde o temprano los niños aprenden a controlar su primera atención a fin de percibir los desnates en términos semejantes a los de sus maestros.

Don Juan nunca dejó de maravillarse con la capacidad de los seres humanos de impartir orden al caos de la percepción. Sostenía que cada uno de nosotros, por sus propios méritos, es un mago magistral y que nuestra magia consiste en imbuir de realidad los desnates que nuestra primera atención ha aprendido a construir. El hecho de que percibimos en térmi­nos de desnates es el mandato del Águila, pero percibir los mandatos como objetos es nuestro poder, nuestro don má­gico. Nuestra falacia, por otra parte, es que siempre acabamos siendo unilaterales al olvidar que los desnates sólo son reales en el sentido de que los percibimos como reales, debido al poder que tenemos para hacerlo. Don Juan llamaba a esto un error de juicio que destruye la riqueza de nuestros misterio­sos orígenes.

A los desnates les da sentido el primer anillo de poder
Don Juan decía que el primer anillo de poder es la fuer­za que sale de las emanaciones del Águila para afectar exclusi­vamente a nuestra primera atención. Explicó que se le ha re­presentado como un "anillo" a causa de su dinamismo, de su movimiento ininterrumpido. Se le ha llamado anillo "de po­der" debido, primero, a su carácter compulsivo, y, segundo, a causa de su capacidad única de detener sus obras, de cam­biarlas o de revertir su dirección.

El carácter compulsivo se muestra mejor en el hecho de que no sólo apremia a la primera atención a construir y perpetuar desnates, sino que exige un consenso de todos los participantes. A todos nosotros se nos exige un completo acuerdo sobre la fiel reproducción de desnates, pues la conformidad al primer anillo de poder tiene que ser total.

Precisamente esa conformidad es la que nos da la certeza de que los desnates son objetos que existen como tales, in­dependientemente de nuestra percepción. Además, lo com­pulsivo del primer anillo de poder no cesa después del acuer­do inicial, sino que exige que continuamente renovemos el acuerdo. Toda la vida tenemos que operar como si, por ejem­plo, cada uno de nuestros desnates fueran perceptualmente los primeros para cada ser humano, a pesar de lenguajes y de culturas, Don Juan concedía que aunque todo eso es dema­siado serio para tomarlo en broma, el carácter apremiante del primer anillo de poder es tan intenso que nos fuerza a creer que si la "montaña" pudiera tener una conciencia propia, ésta se consideraría como el desnate que hemos aprendido a cons­truir.

La característica más valiosa que el primer anillo de po­der tiene para los guerreros es la singular capacidad de in­terrumpir su flujo de energía, o de suspenderlo del todo. Don Juan decía que ésta es una capacidad latente que existe en todos nosotros como unidad de apoyo. En nuestro estrecho mundo de desnates no hay necesidad de usarla. Puesto que es­tamos tan eficientemente amortiguados y escudados por la red de la primera atención, no nos damos cuenta, ni siquiera vagamente, de que tenemos recursos escondidos. Sin embargo, si se nos presentara otra alternativa para elegir, como es la opción del guerrero de utilizar la segunda atención, la capaci­dad latente del primer anillo de poder podría empezar a fun­cionar y podría usarse con resultados espectaculares.

Don Juan subraya que la mayor hazaña de los brujos es el proceso de activar esa capacidad latente; él lo llamaba blo­quear el intento del primer anillo de poder. Me explicó que las emanaciones del Águila, que ya han sido aisladas por la primera atención para construir el mundo de todos los días, ejerce una presión inquebrantable en la primera atención. Para que esta presión detenga su actividad, el inten­to tiene que ser desalojado. Los videntes llaman a esto una obstrucción o una interrupción del primer anillo de poder.

El intento es la fuerza que mueve al primer anillo de poder
Don Juan me explicó que el intento no se refiere a tener una intención, o desear una cosa u otra, sino más bien se tra­ta de una fuerza imponderable que nos hace comportarnos de maneras que pueden describirse como intención, deseo, voli­ción, etcétera. Don Juan no lo presentaba como una condición de ser, proveniente de uno mismo, tal como es un hábito producido por la socialización, o una reacción biológica, sino más bien lo representaba como una fuerza privada, íntima, que poseemos y usamos individualmente como una llave que hace que el primer anillo de poder se mueva de maneras aceptables. El intento es lo que dirige a la primera atención para que ésta se concentre en las emanaciones del Águila dentro de un cierto marco. Y el intento también es lo que or­dena al primer anillo de poder a obstruir o interrumpir su flujo de energía.

Don Juan me sugirió que concibiera el intento como una fuerza invisible que existe en el universo, sin recibirse a si misma, pero que aun así afecta a todo: fuerza que crea y que mantiene los desnates.

Aseveró que los desnates tienen que recrearse incesante­mente para estar imbuidos de continuidad. A fin de recrearlos cada vez con el frescor que necesitan para construir un mundo viviente, tenemos que intentarlos cada vez que los construi­mos. Por ejemplo, tenemos que intentar la "montaña" con todas sus complejidades para que el desnate se materialice completo. Don Juan decía que para un espectador, que se comporta exclusivamente con base en la primera atención sin la intervención del intento, la "montaña" aparecería como un desnate enteramente distinto. Podría aparecer como el des­nate "forma geométrica" o "mancha amorfa de coloración". Para que el desnate montaña se complete, el espectador debe intentarlo, ya sea involuntariamente a través de la fuerza apremiante del primer anillo de poder, o premeditadamente, a través del entrenamiento del guerrero.

Don Juan me señaló las tres maneras como nos llega el in­tento.
La más predominante es conocida por los videntes como "el intento del primer anillo de poder". Este es un intento ciego que nos llega por una casualidad. Es como si estuvié­ramos en su camino, o como si el intento se pusiera en el nuestro. Inevitablemente nos descubrimos atrapados en sus mallas sin tener ni el menor control de lo que nos está sucediendo.

La segunda manera es cuando el intento nos llega por su propia cuenta. Esto requiere un considerable grado de propó­sito, un sentido de determinación por parte nuestra. Sólo en nuestra capacidad de guerreros podemos colocarnos vo­luntariamente en el camino del intento; lo convocamos, por así decirlo. Don Juan me explicó que su insistencia por ser un guerrero impecable no era nada más que un esfuerzo por dejar que el intento supiera que él se está poniendo en su camino.

Don Juan decía que los guerreros llaman "poder" a este fenómeno. Así es que cuando hablan de tener poder perso­nal, se refieren al intento que les llega voluntariamente. El resultado, me decía, puede describirse como la facilidad de encontrar nuevas soluciones, o la facilidad de afectar a la gente o a los acontecimientos. Es como si otras posibilidades, desconocidas previamente por el guerrero, de súbito se vol­viesen aparentes. De esta manera, un guerrero impecable nunca planea nada por adelantado, pero sus actos son tan decisivos que parece como si el guerrero hubiera calculado de antemano cada faceta de su actividad.

La tercera manera como encontramos al intento es la más rara y compleja de las tres; ocurre cuando el intento nos permite armonizar con él. Don Juan describía éste estado como el verdadero momento de poder: la culminación de los esfuerzos de toda una vida en busca de la impecabilidad. Só­lo los guerreros supremos lo obtienen, y en tanto se encuen­tran en ese estado, el intento se deja manejar por ellos a vo­luntad. Es como si el intento se hubiera fundido en esos gue­rreros, y al hacerlo los transforma en una fuerza pura, sin preconcepciones. Los videntes llaman a este estado el "in­tento del segundo anillo de poder", o "voluntad".

El primer anillo de poder puede ser detenido mediante un bloqueo funcional de la capacidad de armar desnates
Don Juan decía que la función de los no-haceres es crear una obstrucción en el enfoque habitual de nuestra primera atención. Los no-haceres son; en este sentido, maniobras des­tinadas a preparar la primera atención para el bloqueo funcio­nal del primer anillo de poder o, en otras palabras, para la interrupción del intento.

Don Juan me explicó que este bloqueo funcional, que es el único método de utilizar sistemáticamente la capacidad laten­te del primer anillo de poder, representa una interrupción temporal que el benefactor crea en la capacidad de armar des­nates del discípulo. Se trata de una premeditada y poderosa intrusión artificial en la primera atención, con el objeto de empujarla más allá de las apariencias que los desnates cono­cidos nos presentan; esta intrusión se logra interrumpiendo el intento del primer anillo de poder.

Don Juan decía que para llevar a cabo la interrupción, el benefactor trata al intento como lo que verdaderamente es: un proceso, un flujo, una corriente de energía que eventual­mente puede detenerse o reorientarse. Una interrupción de esta naturaleza, sin embargo, implica una conmoción de tal mag­nitud que puede forzar al primer anillo de poder a detenerse del todo; una situación imposible de concebir bajo nuestras condiciones normales de vida. Nos resulta impensable que podamos desandar los pasos que tomamos al consolidar nuestra percepción, pero es factible que bajo el impacto de esa interrupción podamos colocarnos en una posición perceptual muy similar a la de nuestros comienzos, cuando los mandatos del Águila eran emanaciones que aún no imbuíamos de signi­ficado.

Don Juan decía que cualquier procedimiento que el bene­factor pueda cesar para crear esta interrupción, tiene que estar íntimamente ligada con su poder personal, por tanto, un benefactor no emplea ningún proceso para manejar el in­tento, sino que a través de su poder personal lo mueve y lo pone al alcance del aprendiz.

En mi caso, don Juan logró el bloqueo funcional del pri­mer anillo de poder mediante un proceso complejo, que combinaba tres, métodos: ingestión de plantas alucinogé­nicas, manipulación del cuerpo y maniobrar el intento mismo.

En el principio don Juan se apoyó fuertemente en la inges­tión de plantas alucinogénicas, al parecer a causa de la persis­tencia de mi lado racional. El efecto fue tremendo, y sin em­bargo retardó la interrupción que se buscaba. El hecho de que las plantas fueran alucinogénicas le ofrecía a mi razón la justificación perfecta para congregar todos sus recursos dispo­nibles para continuar ejerciendo el control. Yo estaba conven­cido de que podía explicar lógicamente cualquier cosa que experimentaba, junto con las inconcebibles hazañas que don Juan y don Genaro solían llevar a cabo para crear las interrup­ciones, como distorsiones perceptuales causadas por la inges­tión de alucinógenos.

Don Juan decía que el efecto más notable de las plantas alucinogénicas era algo que cada vez que las ingería yo inter­pretaba como la peculiar sensación de que todo en torno a mí exudaba una sorprendente riqueza. Había colores, formas, de­talles que nunca antes había presenciado. Don Juan utilizó este incremento de mi habilidad para percibir, y mediante una serie de órdenes y comentarios me forzaba a entrar en un estado de agitación nerviosa. Después manipulaba mi cuer­po y me hacía cambiar de un lado al otro de la conciencia, hasta que había creado visiones fantasmagóricas o escenas completamente reales con criaturas tridimensionales que era imposible que existieran en este mundo.

Don Juan me explicó que una vez que se rompe la relación directa entre el intento y los desnates que estamos construyendo, ésta ya nunca se puede restituir. A partir de ese mo­mento adquirimos la habilidad de atrapar una corriente de lo que él conocía como "intento fantasma", o el intento de los desnates que no están presentes en el momento o en el lugar de la interrupción, eso es, un intento que queda a nuestra dis­posición a través de algún aspecto de la memoria.
Don Juan sostenía que con la interrupción del intento del primer anillo de poder nos volvemos receptivos y maleables; un nagual puede entonces introducir el intento del segundo anillo de poder. Don Juan se hallaba convencido de que los niños de cierta edad se hallan en una situación parecida de receptividad; al estar privados de intento, quedan listos para que se les imprima cualquier intento accesible a los maestros que los rodean.

Después de un periodo de ingestión continua de plantas alu­cinogénicas, don Juan descontinuó totalmente su uso. Sin em­bargo, obtuvo nuevas y aún más dramáticas interrupciones en mí manipulando mi cuerpo y haciéndome cambiar de esta­dos de conciencia, combinando todo esto con maniobrar el intento mismo. A través de una combinación de instrucciones mesmerizantes y de comentarios apropiados, don Juan creaba una corriente de intento fantasma, y yo era conducido a expe­rimentar los desnates comunes y corrientes como algo inima­ginable. El conceptualizó todo eso como "vislumbrar la in­mensidad del Águila".

Don Juan me guió magistralmente a través de incontables interrupciones de intento hasta que se convenció, como viden­te, que mi cuerpo mostraba el efecto del bloqueo funcional del primer anillo de poder. Decía que podía ver una actividad desacostumbrada en mi cascarón luminoso en torno al área de los omóplatos. La describió como un hoyuelo que se había formado exactamente como si la luminosidad fuese una capa muscular contraída por un nervio.

Para mí, el efecto del bloqueo funcional del primer ani­llo de poder fue que logró borrar la certeza que toda mi vida había tenido de que era "real" lo que reportaban mis senti­dos. Calladamente entré en un estado de silencio interior. Don Juan decía que lo que le da a los guerreros esa extrema incertidumbre que su benefactor experimentó a fines de su vida, esa resignación al fracaso que él mismo se hallaba vivien­do, es el hecho de que un vislumbre de la inmensidad del Águila nos deja sin esperanzas. La esperanza es resultado de nuestra familiaridad con los desnates y de la idea de que los controlamos. En tales momentos sólo la vida de guerrero nos puede ayudar a perseverar en nuestros esfuerzos por descubrir lo que el Águila nos ha ocultado, pero sin esperanzas de que podamos llegar a comprender alguna vez lo que descubrimos.


La segunda atención

Don Juan me hizo entender que describir la segunda aten­ción como un proceso era una metáfora de brujos, y que la segunda atención se podía definir como el producto de un desplazamiento del punto de encaje. Un desplazamiento que debe ser intentado, empezando por intentarlo como una idea, y acabando por intentarlo como un estado de conciencia fijo y controlado, donde uno se da cabal cuenta del desplazamiento del "punto de encaje

Don Juan me explicó que el examen de la segunda atención debe de comenzar con darse cuenta de que la fuerza del primer anillo de poder, que nos encajona, es un lindero físico, concre­to. Los videntes lo han descrito como una pared de niebla, una barrera que puede ser llevada sistemáticamente a nuestra con­ciencia por medio del bloqueo del primer anillo de poder; y luego puede ser perforada por medio del entrenamiento del guerrero.

Al perforar la pared de niebla, uno entra en un vasto estado intermedio. La tarea de los guerreros consiste en atravesarlo hasta llegar a la siguiente línea divisoria, que se deberá perforar a fin de entrar en lo que propiamente es el otro yo o la segun­da atención.

Don Juan decía que las dos líneas divisorias son perfecta­mente discernibles. Cuando los guerreros perforan la pared de niebla, sienten que se retuercen sus cuerpos, o sienten un inten­so temblor en la cavidad de sus cuerpos, por lo general a la de­recha del estómago o a través de la parte media, de derecha a izquierda. Cuando los guerreros perforan la segunda línea, sienten un agudo crujido en la parte superior del cuerpo, algo como el sonido de una pequeña rama seca que es partida en dos.

Las dos líneas que encajonan a las dos atenciones, y que las sellan individualmente; son conocidas por los videntes como las líneas paralelas. Estas sellan las dos atenciones mediante el hecho de que se extienden hasta el infinito, sin permitir jamás el cruce a no ser que se les perfore.

Entre las dos líneas existe un área de conciencia específica que los videntes llaman limbo, o el mundo que se halla entre las líneas paralelas. Se trata de un espacio real entre dos enor­mes órdenes de emanaciones del Águila; emanaciones que se hallan dentro de las posibilidades humanas de conciencia. Uno es el nivel que crea el yo de la vida de todos los días, y el otro es el nivel que crea el otro yo. Como el limbo es una zona transi­cional, allí los dos campos de emanaciones se extienden el uno sobre el otro. La fracción del nivel que nos es conocido, que se extiende dentro de esa área, engancha a una porción del pri­mer anillo de poder; y la capacidad del primer anillo de poder de construir desnates, nos obliga a percibir una serie de desna­tes en el limbo que son casi como los de la vida diaria, salvo que aparecen grotescos, insólitos y contorsionados. De esa ma­nera el limbo tiene rasgos específicos que no cambian arbitra­riamente cada vez que uno entra en él. Hay en él rasgos físicos que semejan los desnates de la vida cotidiana.

Don Juan sostenía que la sensación de pesadez que se expe­rimenta en el limbo se debe a la carga creciente que se ha colocado en la primera atención. En el área que se halla justa­mente tras de la pared de niebla aún podemos comportarnos como lo hacemos normalmente; es como si nos encontráramos en un mundo grotesco pero reconocible. Conforme penetra­mos más profundamente en él, más allá de la pared de niebla, progresivamente se vuelve más difícil reconocer los rasgos o comportarse en términos del yo conocido.

Me explicó que era posible hacer que en vez de la pared de niebla apareciese cualquier otra cosa, pero que los videntes han optado por acentuar lo que consume menor energía: visualizar ese lindero como una pared de niebla no cuesta ningún esfuerzo.

Lo que existe más allá de la segunda línea divisoria es cono­cido por los videntes como la segunda atención, o el otro yo, o el mundo paralelo; y el acto de traspasar los dos linderos es conocido como "cruzar las líneas paralelas".

Don Juan pensaba que yo podía asimilar este concepto más firmemente si me describía cada dominio de la conciencia co­mo una predisposición perceptual específica. Me dijo que en el territorio de la conciencia de la vida cotidiana, nos hallamos inescapablemente enredados en la predisposición perceptual de la primera atención. A partir del momento en que el primer anillo de poder empieza a construir desnates, la manera de cons­truirlos se convierte en nuestra predisposición perceptual normal. Romper la fuerza unificadora de la predisposición perceptual de la primera atención implica romper la primera lí­nea divisoria. La predisposición perceptual normal pasa enton­ces al área intermedia que se halla entre las líneas paralelas. Uno continúa construyendo desnates casi normales durante un tiem­po. Pero conforme se aproxima uno a lo que los videntes llaman la segunda línea divisoria, la predisposición perceptual de la pri­mera atención empieza a ceder, pierde fuerza. Don Juan decía que esta transición está marcada por una repentina incapacidad de recordar o de comprender lo que se está haciendo.

Cuando se alcanza la segunda línea divisoria, la segunda aten­ción empieza a actuar sobre los guerreros que llevan a cabo el viaje. Si éstos son inexpertos, su conciencia se vacía, queda en blanco. Don Juan sostenía que esto ocurre porque se están aproximando a un espectro de las emanaciones del Águila que aún no tienen una predisposición perceptual sistematizada. Mis experiencias con la Gorda y la mujer nagual más allá de la pa­red de niebla era un ejemplo de esa incapacidad. Viajé hasta el otro yo, pero no pude dar cuenta de lo que había hecho por la simple razón de que mi segunda atención se hallaba aún in­formulada y no me daba la oportunidad de organizar todo lo que había percibido.

Don Juan me explicó que uno empieza a activar el segundo anillo de poder forzando a la segunda atención a despertar de su estupor. El bloqueo funcional del primer anillo de poder logra esto. Después, la tarea del maestro consiste en recrear la condición que dio principio al primer anillo de poder, la con­clusión de estar saturado de intento. El primer anillo de poder es puesto en movimiento por la fuerza del intento dado por quienes enseñan a desnatar. Como maestro mío él me estaba dando, entonces, un nuevo intento que crearía un nuevo me­dio perceptual.

Don Juan decía que toma toda una vida de disciplina incesan­te, que los videntes llaman intento inquebrantable, preparar al segundo anillo de poder para que pueda construir desnates del otro nivel de emanaciones del Águila. Dominar la predis­posición perceptual del yo paralelo es una hazaña. de valor in­comparable que pocos guerreros logran. Silvio Manuel era uno de esos pocos.

Don Juan me advirtió que no se debe intentar dominarla deliberadamente. Si esto ocurre, debe de ser mediante un pro­ceso natural que se desenvuelve sin un gran esfuerzo de nuestra parte. Me explicó que la razón de esta indiferencia estriba en la consideración práctica de que al dominarla simplemente se vuelve muy difícil romperla, pues la meta que los guerreros persiguen activamente es romper ambas predisposiciones per­ceptuales para entrar en la libertad final de la tercera atención.







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La Realidad es una compleja red de interconexiones
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